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Salté del lecho, y con sorpresa que no era flor alguna, sino un pájaro que se posaba en el barandal del balcón. Me acerqué con grandísima cautela, por miedo de auyentarlo. Al principio lo tomé por un loro, pero enseguida comprendí que era de mayor tamaño. No intentaré describir su maravilloso plumaje, porque no podría hacerlo.

Errores cometidos en esta materia. Comedias de capa y espada, y de ruido. Comedias de santos, divinas y humanas. Burlescas. Fiestas. Comedias de figurón. Comedias heróicas. CAPÍTULO VI. Autos. Autos sacramentales. Autos al nacimiento. Loas. Entremeses. Relaciones de viajeros franceses del siglo XVII que asistieron á representaciones dramáticas en España.

Y sin embargo, por desgracia suya, empezaba a ser conocida, y cuantos la encontraban sabían que no era una lady. ¡Dama por la figura, por la elegancia, por el vestido!... Por el pensamiento y por las acciones, ¿qué era?... La sentencia es difícil. Capítulo VI Escena vigésimaquinta =Aposento no muy grande, cómodo, bien amueblado y a media luz=

Era de noche, habia luna; para llegar á mi hotel, cruzamos muchas calles, es decir muchos canales: el movimiento, las luces del cielo, los recuerdos que se agolpaban á mi imaginacion del poderío antiguo de la república veneciana, los infinitos palacios de mármol que hasta llegar al hotel, el número de góndolas que se cruzaban, las palabras dulces que mi gondolero cambiaba con otro de su oficio cada vez que doblaba una esquina, para evitar un choque; las músicas que al pasar por enfrente de la soberbia plaza de San Márcos, todo este conjunto hiriéndome poderosamente la fantasía, hizo que oyera yo con disgusto la voz del gondolero, anunciándome que habíamos llegado al hotel.

Vi, á la primera ojeada, que se me había traído para ser cómplice de un crimen. Del crimen de la suplantación de un rey.

Yo también dudé al principio, porque conocía a esa señora..., la conocí aquí mismo, ahí donde estás sentado; y aunque la vi derrochadora, no la creí capaz de otros pecados más feos.

Te quiero porque has padecío mucho pa ganarte la vida, ¡pobrecito mío!, porque te vi casi muerto en aquella noche, y entonces adiviné que te llevaba dentro del corazón.

Y esta tarde, como te vi hacer tantas cosas, y que te llaman el perro sabio, y, también, como alzaste la cabeza a mirarme cuando te llamé en el corral, he creído que eres hijo de la Montiela, a quien con grandísimo gusto doy noticia de tus sucesos.

Creía que el aspecto de aquella dichosa casa, de aquel matrimonio que tanto se amaba, le causaría una agradable satisfacción; ¡pero vi, con sorpresa, retratarse en su semblante un profundo dolor que procuraba ocultar!

Flavia se apartó de , buscando apoyo en la pared, y yo quedé humillado y tembloroso, sabiendo lo que había hecho, despreciándome a mismo, pero también resuelto a no desdecirme. Así permanecimos largo tiempo. ¡Estoy loco! dije tristemente. Aun loco te adoro, amor mío contestó. Tenía inclinado el rostro, pero vi el brillo de las lágrimas que surcaban sus mejillas.