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Aunque, gracias a lo rápido de su resolución, estaba seguro de que no podía ser espiado, anduvo largo rato vagando por calles y plazas, volviéndose de vez en cuando a mirar si le seguían, hasta que, convencido de que no existía tal peligro, tomó el camino de la casa de Mariquita.

He hablado un minuto con ella, ponga dos, tres, en su propia casa, y nada más. No tengo, por lo tanto, le repito por décima vez, inclinación particular hacia ella. Es raro, profundamente raro... murmuró el hombre, mirándome fijamente. Comenzaba ya a serme pesado el galeno, por eminente que fuese y lo era, pisando un terreno con el que nada tenían que ver sus aspirinas.

Y entonces Azorín, ya puesto en tan terrible trance, se ha levantado. Después de levantarse ha sonreído con discreción. Y después de sonreír, mientras todos los concurrentes esperaban en un profundo silencio, se ha puesto por fin a hablar y ha dicho: «Amigos: Una vez era un pobre hombre que estaba muy enfermo. Y como era pobre, no tenía dinero para comprarse ni alimentos ni medicinas.

De vez en cuando, una traducción que le proporcionaba un amigo, un artículo que conseguía colocar en un periódico ilustrado, sostenían instantáneamente el descenso de su fortuna. Pero esto no era bastante: le faltaba el ingreso regular y seguro para mantener su vida.

Varias compañías de vapores hacen un servicio regular en el río Paraguay. De vez en cuando los vapores que navegan en el océano remontan el río, mas sólo para llevar o recibir carga, pues no hacen servicio de pasajeros. El ferrocarril, de que se ha hecho mención anteriormente, ofrece trenes regulares entre Buenos Aires y Asunción, los cuales hacen el viaje en dos días y sin transbordo.

Un optimismo, que media hora antes hubiese considerado absurdo, le hizo sonreir confiadamente. En realidad no puedo quejarme, pues cuento con un apoyo poderoso. El banquero Fontenoy es amigo nuestro. Tal vez has oído hablar de él. Tiene negocios en las cinco partes del mundo. Movió su cabeza Robledo. No; nunca había oído tal nombre. Es un antiguo amigo de la familia de mi mujer.

Eran dos reales ó poco menos lo que en una semana había dejado en la taberna con tantos obsequios. Y él se mostraba generoso. ¿Para quién quería los cuartos sino para ella? Cuando se casaran alguna vez habría de ser ya guardaría el dinero. La cosa sería de allí á diez ó doce años; no había prisa; todos los noviazgos de la huerta duraban una temporada así.

Por la tarde se llevaron las cruces otra vez al campo santo en solemne procesion de todo el clero, religiones y cofradías, llevándolas sacerdotes con capas pluviales carmesíes, y conduciendo los prebendados y capellanes de la iglesia, debajo de un palio que llevaban los veinticuatros, la cruz grande del obispo Mardones.

Siendo así, se daban por pasablemente satisfechos con que las fantasías amorosas del hermoso retoño se hubieran detenido en , Carlos Durán, ingeniero, en vez de mariposear sobre un sujeto cualquiera de insuficiente posición social. Así, pues, agradecí en mi fuero interno el distingo de que me hacía honor el joven patricio.

Lo deseo conde, pero quisiera hablaros sin testigos. Herman, retirate. ?Que es lo que me quiere mi respetable huesped? Quiero hablar sin rodeos: mis canas y mi celo, mi ministerio y mis piadosas intenciones me serviran de disculpa: tambien invoco mi calidad de vecino, aunque nos visitemos muy rara vez.