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Vete, vete al punto de esta casa y no vuelvas más en tu vida. Para has muerto. Quiero olvidar hasta el santo de tu nombre. No tengo que darte cuenta de mi conducta. Nada me importa ni me aflige el ruin concepto que formes de . Vete.

Pues vete mirando desde el muelle hacia tierra: toda la villa, con su barrio de labradores, que parece un aduar de marruecos; detrás del aduar, el estero con sus junqueras, adonde viene a desembocar el río que ha bajado de aquellas alturas rozando un buen pedazo del perfil de la vega.

No hagas caso de esos falsos testimonios; no, muchacho, no hagas caso de esas cosas; desprecialas, desprecialas, porque nadie ha de creer en ellas. Y vete, vete a Santa Clara, que allí estarás muy bien. Y, oye: ya que de eso hablamos: ¿tienes plata? ¿Plata? , ¿qué si tienes dinero? ¿Dinero? Para esta semana, y... ¡nada más!

No le olvides tampoco a Marquesch; es viejo, pero ha cumplido. No, no le olvidaré dijo Martín sollozando. Ahora prosiguió Tellagorri te voy a decir una cosa y es que antes de poco habrá guerra. eres valiente, Martín, no tendrás miedo de las balas. Vete a la guerra, pero no vayas de soldado. Ni con los blancos, ni con los negros. ¡Al comercio, Martín! ¡Al comercio!

Toma lo que es tuyo, y vete: y quiero dar

Si tuvieras algún pesar que te abrumara, el arroyuelo te lo diría, respondió la madre, así como me habla á del mío. Pero ahora, Perla, oigo pasos en el camino y el ruido que forma el apartar las ramas de los árboles; vete á jugar y déjame que hable un rato con el hombre que viene allá á lo lejos. ¿Es el Hombre Negro? preguntó Perla.

Pues ya Que por mi amistad te venzo, Y sabes que te vencí En tu casa por modesto, Y por Rey en mi palacio, Y en estos tres vencimientos Me has admirado piadoso Y valiente y justiciero, Vete, pues te dejo libre, De Castilla y de mis reinos; Porque si en ellos te prenden Has de morir sin remedio: Porque si aquí te perdono, Allá, como Rey, no puedo; Que aquí obra mi bizarría Y allí ha de obrar mi Consejo.

Esta eligió un magnífico traje de brocado, alto, cerrado como los de las damas de la corte y cubierto sobre el pecho de joyas, se llenó las manos de anillos y derramó sobre agua de olor. Vete, y que Pedro ponga la litera dijo cuando estuvo vestida. Casilda salió, y Dorotea entró de nuevo en la alcoba, y levantó la cortina.

Fernando fué a la zapatería, cogió un fuelle grande y lo rellenó de esa casca que queda después de curtidos los pellejos y que huele que apesta; luego hizo un agujero en el tabique de la trastienda y esperó la ocasión oportuna. Por la tarde llegó la chica, é Ichtaber dijo a su aprendiz: Oye, Fernando, vete a la trastienda un momento a arreglar esas hormas que hay en la caja.

Vete con esas lágrimas á onde no te conozcan; que yo ya de qué pie cojeas. ¡Hipocritona, borracha!... ¡Á ver si te levantas de ese rincón y barres la casa y das de comer á esos muchachos! ¿Qué he de darles, si no lo tengo? Bebe menos, y verás como lo encuentras. Tras estas palabras y una mirada muy significativa, pero que nada tenía de dulce, salió de la sala el Alcalde.