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Moharracho es el que se disfraza ridículamente en alguna función para alegrar ó entretener á otros, haciendo gestos, ademanes ó muecas ridículas. Botarga es el vestido ridículo de varios colores, que se usa en las mogigangas y algunas representaciones teatrales.

52 Y purificará la casa con la sangre de la avecilla, y con las aguas vivas, y con la avecilla viva, y el palo de cedro, y el hisopo, y la grana. 55 y de la lepra del vestido, y de la casa; 57 para enseñar cuándo es inmundo, y cuándo es limpio. 1 Y habló el SE

Al fin, después de encender su pipa con una astilla, reanudó su relación, diciendo: Abandoné el mar, volví aquí al lado de mi esposa y pasaron seis años sin que supiera nada del italiano, hasta que un día, con aspecto de un hombre de recursos y vestido con un traje nuevo y sombrero duro, también nuevo, se presentó a verme.

No andes, Sancho, desceñido y flojo, que el vestido descompuesto da indicios de ánimo desmazalado, si ya la descompostura y flojedad no cae debajo de socarronería, como se juzgó en la de Julio César.

Su vestido era el de las grandes solemnidades, el mismo de otras veces; pero ¡cosa singular! su toca estaba plegada en la frente con cierta presunción de monja novicia, presunción que no carecía de gracia.

En aquel instante apareció un hombre de buena presencia, sencillamente vestido y adornado con la orden de Calatrava... En el momento de presentarse todas las puertas se abrieron para él, y entró en los aposentos del Rey sin pronunciar su nombre. ¿Este será, sin duda, el infante, hermano de Su Majestad? pregunté yo.

Pero en seguida se probó que no andábamos equivocados en nuestras apreciaciones, pues apenas hubo cesado Bill de gruñir, cuando hacia la entrada oímos un paso rápido y el roce de un vestido empapado en agua; la puerta se abrió de par en par, y apareció una joven que, mostrándonos con su sonrisa los destellos de sus blancos dientes, y el centellear de sus ojos negros, con una carencia absoluta de toda ceremonia y timidez, entró, cerró la puerta y apoyose jadeante contra ella.

Aresti recordaba la página de la Muerte en el libro de San Ignacio, una página de brutal realismo, que hacía temblar á los hombres y llorar de horror á las mujeres. «Mirad lo que pasa en aquel cuerpo: antes hermoso é idolatrado, ya muerto: ya está sepultado, ya cayó.... Luego, se le acercan los moscones, escarabajos, sapos y sabandijas, y se saborean y complacen en el mal olor que despide y en la podre que empieza á manar; también se acercan los ratones, taladran sus vestidos ó mortaja; se enredan entre el cabello, entran en la boca y empiezan á comer la lengua, salen luego y registran todo el cuerpo entre carne y vestido.

Se acercó al lecho un fraile obeso, vestido de colores llamativos, impasible como una foca, gordo como un cerdo: el rostro achatado por el estigma de la gula y de los apetitos carnales, la boca gruesa como la de un sátiro, el ojo estúpido, la oreja de murciélago, los pómulos colorados como los de un clown.

Ya le iba a dar las gracias don Quijote, cuando sintieron a sus espaldas un ruido como de tropel de caballos, y no era sino un solo, sobre el cual venía a toda furia un mancebo, al parecer de hasta veinte años, vestido de damasco verde, con pasamanos de oro, greguescos y saltaembarca, con sombrero terciado, a la valona, botas enceradas y justas, espuelas, daga y espada doradas, una escopeta pequeña en las manos y dos pistolas a los lados. Al ruido volvió Roque la cabeza y vio esta hermosa figura, la cual, en llegando a él, dijo: -En tu busca venía, ¡oh valeroso Roque!, para hallar en ti, si no remedio, a lo menos alivio en mi desdicha; y, por no tenerte suspenso, porque que no me has conocido, quiero decirte quién soy: y soy Claudia Jerónima, hija de Simón Forte, tu singular amigo y enemigo particular de Clauquel Torrellas, que asimismo lo es tuyo, por ser uno de los de tu contrario bando; y ya sabes que este Torrellas tiene un hijo que don Vicente Torrellas se llama, o, a lo menos, se llamaba no ha dos horas.