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Alberto tenía en el mundo de los vivos alguien más que su abuela. A la mañana siguiente vendió apresuradamente las verduras, sin cuidarse de la ganancia, y guardó su carretoncillo mucho antes que los compañeros. El Metro la puso en las afueras de París. Se vió en un paisaje grisáceo, yermo, con fábricas humeantes y casas de ladrillo, tristes como prisiones, en las que vivían los obreros.

OTRA FÓRMULA. Se cuecen, pelan y parten como los anteriores; se machacan las yemas con sal, perejil y miga de pan remojada en leche; se rellenan las claras, se rebozan en huevo y pan rallado y se fríen. Si es tiempo de verduras puede mezclarse a la pasta espinacas cocidas, escurridas y fritas.

Entremeses, caldo de legumbres y verduras, sopa de almendras, huevos de primavera, lenguados con almejas, calamares en su tinta, pechugas de gallina, pichones al jerez, menestra de guisantes, gallina trufada, brazo de gitano, helado de almendra, postres variados, vinos, café y licores. Cuarto.

La señora entró á saber qué legumbres queriamos. ¿Y los otros dos platos de carne? ¿Se quedarán donde se quedaron las dos sopas? Vino un doble plato de judías sin salsa, y me preguntó qué postres eran de nuestro gusto. Pero ¿y las legumbres que faltaban? Mi mujer no pudo contenerse por más tiempo. ¿Qué es esto? me dijo. ¿Dónde están las tres sopas, los tres platos de carne y las tres verduras?

Iten ... que pinte dentro de las fresas donde oviese escudos vnos lexos buenos e de buen arte en que vaya cielo e tierra e agua e arboles é verduras e ... otras cosas que se contienen para ellos

Levantábanse á las dos de la noche á rezar maitines y laudes, y despues no se volvian á acostar, sino que se empleaban en la oracion, la meditacion y el estudio; dormian vestidos, y solo se les permitia al acostarse mudar de calzado: en el refectorio se les servian únicamente dos viandas, que eran frutas ó verduras, y pescado, para que el que no pudiese comer de la una comiese de la otra; prohibíaseles absolutamente el uso de las carnes , y en cuanto á la bebida, que era el agua pura, regia una costumbre muy digna de ser observada: solo cuando habia obras ó ayunos estraordinarios, se les consentía beber entre comidas, y entonces, reunida toda la comunidad antes de entrar al rezo de las completas, daba el abad su bendicion, y el que tenia sed, bebia.

Lo primero puedo asegurarlo: en la Plaza de las Verduras había más de una refajona que nada habría perdido en aligerarse de tres ó cuatro arrobas de lana.

Empujó el entreabierto portón de hierro, sin que una voz ni un ladrido acogiesen su presencia. Vió un jardín abandonado en parte, con una vegetación parásita al pie de los árboles sin podar, cubriendo el espacio que antes habían ocupado los arriates de flores. El resto estaba mejor atendido, pero era una huerta con pequeños rectángulos de verduras comestibles sometidos á un cultivo intensivo.

Dejáronse caer en el natural diván, y vieron tenderse ante ellos la vega, como remendada de varios colores, según eran los de las verduras que en cada heredad se cultivaban. En la blanca cinta de la carretera distinguieron un punto negro: el cesto con las jacas.

Nuestros compañeros de viaje hallaron muy justa esta demanda, y, en su virtud, los bondadosos salmantinos que á todos nos servían de cicerone nos prometieron hacernos dar cuantos rodeos creyesen interesantes, aunque tardásemos mucho tiempo en llegar á la Universidad. Pasamos entonces á la Plaza de las Verduras.