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La razon de esto es porque el entendimiento llega á descubrir las verdades ocultas, si empieza á encontrar alguna conexîon de lo que busca é ignora, con lo que ya sabe, y tiene establecido. Y tenemos tambien de esto claros exemplos en el modo que usamos para aprender algunas Ciencias.

Muy de otro modo sucede en las verdades objeto de evidencia; no es necesario que yo piense, pero es tan necesario que lo que piensa exista, que todos mis esfuerzos no bastan para prescindir por un momento de esta necesidad.

Suelen los asuntos componerse de muchas verdades, que juntas sirven para prueba irresistible de una conclusion. Si se miran las pruebas solo por un lado, aunque parezcan ciertas y buenas, pueden engañar por haber otras cosas que las contradicen; y no pudiendo haber una verdad contraria de otra, por eso es preciso satisfacer las objeciones, y exâminar de este modo el asunto por todos sus lados.

Lo que yo decir, por experiencia propia, es que nadie cree las verdades hasta que se las hace conocer la experiencia. La experiencia, en general, tiene una manera muy dura de dar a conocer las verdades.

Este don de su amiga era para la Bringas como un sol resplandeciente al cual no se podía mirar cara a cara sin deslumbrarse. Porque en tal estimación tenía la autoridad de la marquesa en estos tratados, que no se atrevía a tener opinión que no fuera un reflejo de las augustas verdades proclamadas por ella.

Para entender esto mejor se ha de saber, que siempre que el hombre ha de asentir á una cosa, ve antes si es conforme ó no con los primeros principios, con la experiencia, ó con aquellas verdades que tiene recogidas, y depositadas para que le sirvan de fundamentos.

¿Y el oro da la felicidad? la da á los imbéciles, que creen verdades las adulaciones de los miserables; pero la sed del corazón no la calma el oro. Ni un maravedí quiero tuyo. Y escucha: como dentro de un momento no esté preso don Juan Téllez Girón, que está en el alcázar y en el cuarto de su esposa, y ese Quevedo no duerma preso esta noche, obro, duque, obro y ¡ay de ti en el momento que yo obre!

»Sin duda, la exposición de estas verdades, tan dolorosamente amargas, perjudicó algún tanto a mi trabajo, y el premio no se me concedió, habiéndose entregado la pluma de oro, faltando a las condiciones del certamen, a una composición poética.

La Iglesia, pues, que nos asegura la Divinidad de las Escrituras, es un testimonio irrefragable de las revelaciones de ellas. Guarda la Iglesia estos santos Libros, los conserva, los sigue, cree su doctrina con uniformidad, y es fiel depositaria de sus verdades.

Todo eso tendrémos á nuestro favor: pagarémos deudas antiguas, dando verdades á trueque de embustes, agradeciendo y recomendando lo que juzguemos que debamos recomendar y agradecer.