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Una devota como debe estar muy enterada de estas cosas. ¿Qué te representa mejor a Dios, la bondad o la belleza? Elena respondió con gran dulzura: ¡El amor! Y tal palabra tuvo un encanto exquisito en aquellos labios inocentes. Sofía nos echó a perder aquel delicado placer gritando a voz en cuello: ¡Bravo! ¡Bravo! Esa es la verdad; la verdadera religión es la del amor.

El cuerpo inferior, el más grande y fuerte, era de grandes bloques de pedernal labrado, con pocas ventanas, y éstas pequeñas y profundas como saeteras: una verdadera muralla para vivir á cubierto de sorpresas y asedios.

Pero lo que causaba a Cristeta verdadera delicia era la convicción de que don Juan se apenaba cada vez que la veía salir a escena ligera de ropa.

La corrompió para unirla a su suerte; después, cuando el desencanto llegó, las frías lecciones de la realidad le hicieron ver que se había equivocado, que a su hermosa discípula la faltaba algo y la faltaría siempre para llegar a verdadera estrella.... le faltaba la voz y la flexibilidad suficiente de garganta.

La verdadera civilizacion consiste en el trabajo, que engendra buenos ciudadanos, ennoblece las almas, acrecienta la pública riqueza y mata la holganza. Los gobiernos que han construido las vias férreas, y los pueblos que han abierto los senos de la tierra con el arado, merecen una alta estima. Vamos á entrar en Paris.

Era Quiñones, como ya sabemos, hombre fogoso, terco, de voluntad indomable. Los obstáculos le irritaban, llegaban a enloquecerle. Quiso vencer el corazón de su esposa y no perdonó medio para ello: la colmó de atenciones, mimó sus gustos más insignificantes, viviendo por varios meses en perpetua congoja, en una verdadera fiebre de esperanzas, tan pronto vivas como muertas.

Otro día compró Paz para su gabinete un espejo antiguo con marco de talla, una verdadera obra de arte. Hojas de vid, tallos de yedra, flores, acantos, cintas y volutas encerraban la luna de ancho bisel: fue preciso restaurarlo, y cuando acabada la obra lo entregaron, mandó dejarlo en el despacho para que lo viese su padre, y allí lo vio también Pepe al descargarlo los mozos.

Muchas mujeres de título, decepcionadas y cansadas del mundo, a menudo jóvenes y bellas, cambiarían contentas sus posiciones con las hijas del pueblo, cuya existencia, aun cuando de duro trabajo, está, sin embargo, llena de inocentes placeres y de tanta felicidad como es posible obtener en nuestro mundo de lucha. Esta afirmación podrá parecer extraña, pero declaro que es verdadera.

Sobre esta última circunstancia, es decir, sobre esta condicion de discurrir partiendo de definiciones, se debe fundar la verdadera teoría de la demostracion matemática. Voy á desenvolver aquí extensamente esta doctrina, indicando al mismo tiempo algunas de las consecuencias mas importantes que de ella dimanan.

Mi padre creía que don Ulpiano era honrado y de superior entendimiento... en su honradez, pudo creer, porque mientras él vivió aquel señor no sufrió reveses de fortuna, que son los que ponen a prueba la verdadera hombría de bien: lo de considerarle como inteligencia superior no me lo explico más que por una cosa: mi padre era débil de puro bondadoso; uno de esos hombres que ni desconfian de nadie ni saben decir que no; y don Ulpiano era de carácter duro, áspero: papá confundiendo la dureza con la energía, creyó de buena fe admirar, y hasta puede que envidiase, la cualidad opuesta a la que formaba la base de su carácter.