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Vamos a ver dijo don Luis entrando ante todo, agradezco muy de veras su atención; pero dudo que hayamos encontrado algo nuevo. ¡He estudiado tanto el asunto! Aquí tiene Vd. contestó Pepe entregándole las cuartillas. Siéntese Vd. un momento. El senador comenzó a leer para , y su fisonomía fue tomando una expresión indefinible: pugnaba por disimular la emoción y no podía.

Me tienen por lástima en casa de la Pepona, que es de allá... de la tierra. Una casa muy decente: de a cinco duros. Ven por allí, que te apresian de veras. Peino a las chicas y hago recaos a los señores... ¡Ay, si viviera mi probe hijo! ¿Te acuerdas de Pepiyo?... ¿Te acuerdas de la tarde en que murió?...

No siento murmuró, moviendo su lengua con gran dificultad , no siento mas que el no verte... y que tal vez no volveremos a vernos nunca. ¡Feli de mi alma gritó Isidro , no digas eso; no lo creas, nena mía!... Volveremos a ser felices. Verás qué bien te tratan allí.

Otra mujer, culpada o no culpada, hubiera fingido un desmayo, se hubiera desmayado de veras o hubiera hecho extremos con sollozos, con gemidos y aun con gritos tal vez. Beatriz, leída la carta, conocido ya todo el infortunio de su marido y el suyo, si es que a su marido estimaba, contuvo toda explosión vehemente de dolor, y dijo a Paco de esta manera: Reconozco mi delito.

Su felicidad transformóse en terror, al darse cuenta al día siguiente de que el vapor remontaba el río. ¡Por favor te pido! lloriqueó ante el capitán ¡No me bajen en Puerto X! ¡Me van a matar!... ¡Te lo pido de veras!... El Silex volvió a Posadas, llevando con él al mensú empapado aún en pesadillas nocturnas.

Cuando pienso que ya se acerca la hora de separarnos, no qué me da... Se me antoja robarte. ¡Y cuánta gente a pie! exclamó ella sin hacer caso de las gracias de Augusto. Aquí, en días de fiesta, verás a todas las clases sociales. Vienen a observarse, a medirse y a ver las respectivas distancias que hay entre cada una, para asaltarse. El caso es subir al escalón inmediato.

Seré una santa como ... Di si quieres...». Maxi la interrogaba con su mirada luminosa. «Di si quieres. Verás cómo lo cumplo. Seré una mujer modelo, y tendremos hijos y yo... Pero has de hacer lo que te digo. Yo te juro que no me volveré atrás, y te querré.

Soy amigo viejo de tu familia, fuí condiscípulo de tu padre.... Oyelo bien: ¿sabes a quién debo la carrera? Pues a tu abuelo. Ya verás que no puedo venir a esta casa por interés. Mira, muchacho: no vuelvas a hablarme de eso. Pero, doctor.... ¡Qué pero ni qué peras! ¡Cuánto agradecí al facultativo su desinterés!

No de balde me burlo, sino que bien de veras pago el no tener el corazón de corcho, que si yo no os amara tanto, no me acontecería esto. Pues bien... suframos los dos: yo, el teneros contra vuestra voluntad; vos, en verme, cuando no quisiérais, á vuestro lado.

Y si queréis saber quién os manda esto, para quedar con más veras obligado a cumplirlo, sabed que yo soy el valeroso don Quijote de la Mancha, el desfacedor de agravios y sinrazones; y a Dios quedad, y no se os parta de las mientes lo prometido y jurado, so pena de la pena pronunciada. Y, en diciendo esto, picó a su Rocinante, y en breve espacio se apartó dellos.