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Pero ¿dónde vais con ese ministro? dijo el portero. Montiño creyó que debía ser prudente y contestó sin vacilar: Es un amigo á quien convido. ¡Ah! dijo el portero creía... Venid, señor ministro, venid; vamos á las cocinas... Y subieron por unas escaleras. No hay como ser cocinero de su majestad para convidar á los amigos sin disminuir los ahorros se quedó murmurando el portero.

¡Casa de vuestra querida! ¡yo creía que esa mujer era la primera querida de su alteza, querida que vos le habíais procurado! Venid acá, perdida dijo el duque de Uceda asiendo violentamente de una mano á doña Ana ; ¿así se juega con gentes principales? ¿para esto te doy yo los brocados que vistes y las joyas que gastas?

26 Entonces Nabucodonosor se acercó a la puerta del horno de fuego ardiendo, y habló y dijo: Sadrac, Mesac, y Abed-nego, siervos del alto Dios, salid y venid. Entonces Sadrac, Mesac, y Abed-nego, salieron de en medio del fuego.

¿Nos veremos en la calle? dijo el bufón . Venid, que el tiempo urge, y vos, compadre, dejadnos por Jesús Nazareno, y vamos, y no se hable más, que en decir y replicar llevamos una hora. Conque hasta después; muchas expresiones al señor Cornejo, señora María, y al señor escudero que se compre un peine fuerte; hasta más ver... ¡Gracias á Dios que estamos en la calle!

¡Entrad! ¡entrad! exclamó ; entrad y pensemos en la venganza... hoy ha amanecido un día de muerte... ¡Tenéis sangre en las manos! exclamó Quevedo... ¡Es poca! exclamó el bufón ¡es poca! ¡venid! Y tiró de Quevedo, le llevó á lo último de su aposento, y le mostró una fuente de plata puesta sobre una mesa.

MANRIQUE. A recobrarla venid. NU

7 Mas aquellos labradores dijeron entre : Este es el heredero; venid, matémosle, y la heredad será nuestra. 9 ¿Qué, pues, hará el señor de la viña? Vendrá, y destruirá a estos labradores, y dará su viña a otros. 10 ¿Ni aun esta Escritura habéis leído: La piedra que desecharon los que edificaban, Esta es puesta por cabeza de esquina;

Todas estas y otras muchas llevaban un estribillo, que se repetía cientos y cientos de veces, y el cual era por este estilo: «Devotos, venid; devotos, llegar, que la Virgen María nos llama; su santo rosario venid á rezar

Salió en esto el galan de la montaña, Y el pece se metió en la mar huyendo; Sus ojos el galan arrasa y baña, Con lágrimas, y á ella se viniendo Le dice: si la vista no me engaña, Camino tengo ya, venid corriendo. La dama le responde: á prisa vamos Al pueblo, porque mas no nos perdamos.

Don Juan tenía una vista excelente, y, gracias á ella, pudo leer lo que sigue en la carta de doña Clara: «Os espero, os espero, no podré deciros con cuánta impaciencia; nunca he ansiado tanto, estoy resuelta á esperaros toda la noche. Venid en cuanto recibáis ésta á palacio por el postigo de los Infantes.