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Si fuese al combate, colgára en mi lanza Con lauros de triunfo su leve crespon, Y altivo, animado de doble esperanza Seria de guerra mi sacro pendon. Si fuese marino, colgára ese velo Por vela á mi buque, por toldo á su iman, Y en calma mirando los astros del cielo Las iras burlára del negro huracan.

En esto llegó aquella tan celebrada por hermosa, tan amada por su piadosa condición y tan respetada por su religiosidad, y cierto que así como llegó y descorrió el velo que pendía de las tocas de su cabeza, mostró maravillosamente que aún pasaba su belleza al encarecimiento de la fama.

LA CHOUTE. ¡Descuide usted...! ¡Se los llevaré yo misma y le indicaré la manera de usarlos...! La acompañaré también a casa del doctor Bálsamo, nuestro cirujano. ¡Y no tema usted nada...! ¡Fuera de , nadie conocerá su secreto...! La dama torna a ponerse su tupido velo, y se marcha.

Tónica saldría de casa con su vieja amiga; y él, no sabiendo qué hacer, decidióse a ir en busca de su tío. A las once salió a la calle. La mamá y las hermanitas estaban dando la última mano al tocado de circunstancias: el crujiente vestido de seda, el velo de blonda, y al puño el rosario de oro y nácar.

La verdad revelada por profetas, apóstoles y fundadores de religiones, coincide en todo con la metafísica que Hay ha construido en la serie larga de sus meditaciones. La única diferencia estriba sólo en que la metafísica de Hay es el desnudo foco o centro de la verdad, envuelta por la religión en densísimo velo de símbolos, alegorías y figuras.

A la muerte del comendador don Antonio de Ribera, del hábito de Santiago, su viuda, doña Inés Muñoz, fundó en 1573 el monasterio de la Concepción, tomando en él el velo de monja y dejándole su inmensa fortuna.

Lo que importa es proceder con calma, para que vean todos que no hay parcialidad, que no hay odio, que no hay espíritu de venganza, que usas de un derecho, y hasta obedeces á un deberLa venganza impetuosa, violenta, francamente injusta, no habia podido alcanzar un triunfo que ha obtenido sin dificultad la venganza pacífica, insidiosa, disfrazada hipócritamente con el velo de la razon, de la justicia, del deber.

Al detenerse en una altura, volvió Maltrana la cabeza y vio flotando a sus espaldas, sobre los cerros negros, un velo rojo, un resplandor de lejano incendio, que coloreaba gran parte del horizonte. Era el vaho luminoso de Madrid invisible.

Angelita, delante del espejo, despojábase del sombrero y el velo; hubiera sido bonita, sin el arremango exagerado de su nariz, que le daba una expresión de picardía y malicia, y si la boca fuera menos grande y los dientes más iguales.

Esto es; prontito, a casa del señor Portas, que lo que es elocuencia para convencerle y lágrimas para ablandarle, no le habían de faltar. ¡Caramba! no haberlo pensado antes... Día de fiesta era, y don Pablo Aquiles, que estaba de morro y no quiso almorzar, se fué a dar su paseo; la campanada de las diez y media sonó en el reloj del comedor, y la señora se cubría ya con el velo y el mantón, cuando el llamador de la puerta de calle se hizo oír con grave redoble.