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¿Qué capricho de la naturaleza tendió esa pampa en las cumbres? ¡Cómo ve el ojo más ignorante que aquello debió ser en los tiempos primitivos el lecho de un inmenso lago superior! La impresión es profunda por el contraste; en vano viene el espíritu preparado, el hecho ultrapasa toda expectativa.

Al poco tiempo y después de haber bebido un enorme vaso de agua con vinagre, después de haber logrado con grandes esfuerzos obtener una serenidad aparente, la duquesa dijo á la joven dama de honor: ¡Ya se ve! ¡es tan tétrica esta cámara! luego, esas ventanas que golpean... el ruido de la lluvia... y además... antes de dormirme leía Los miedos y tentaciones de San Antonio Abad.

Hombre, dice que no.... Dice que lo que desean es confederarnos, para que estemos más uniditos que antes... ¿no ve usted que esto se llama la Unión? ¡, , corte usted un dedo y péguelo después con saliva!

Te quejas de que ya no es tu esposa; pues ese afecto que te falta y ha trastornado tu existencia lo tienen otros. En tus propias barbas han cortejado á tu mujer y te la han robado. alguna vez piensas vengarte, ve en busca de los que la confiesan. El millonario sonrió con desdén.

El anciano Leucato se ha retirado con su hija Nicea á una casa de campo, en medio de espesos bosques, para pasar tranquilamente el resto de sus días. El príncipe de Bearn, que, en sus expediciones venatorias, visita con frecuencia estos parajes, ve á Nicea y se enamora de ella, con cuyo motivo reside largo tiempo en la casa de Leucato.

La ley de la mujer es amar, amar desde luego, lo primero que ve, lo primero que oye; porque lo primero que oye y que ve la hace sentir, y en la mujer sentir es amar. Ve la flor, y ama la flor.

Nosotros teníamos sobre ellos la ventaja de lo desconocido, que es el genio tutelar de las batallas, de eso que no se ve y que en el momento apurado y crítico sale inopinadamente de lo hondo de un camino, del respaldo de una loma, de la espesura de un bosque; combatiente de última hora que la tierra echa de su seno, y se presenta fresco, sin heridas ni cansancio, a decidir la victoria.

Después de una breve pausa, prosiguió así: Esta gente que me rodea tiene las mismas pasiones que las de allá arriba; pero no disimula nada. Es una ventaja. Prendas diversas les caracterizan, pero aquí todo es abrupto y primitivo como las rocas, donde no ha golpeado aún el martillo del hombre para labrar un camino. Los hay más crueles que Glocester, más mentirosos que Walpole, más orgullosos que Cromwell, más poetas que Shakespeare, y casi todos son ladrones. Yo me deleito con la salvaje manifestación de sus pasiones y me finjo ignorante de sus truhanerías. Aquel viejo que allí se ve haciendo cruces encima de la escudilla, me ha robado todos los doblones de oro que yo llevaba en mi bolsillo. Juntos pasábamos largas horas por las noches en la muralla.

Cuando Catalina creyó que la emoción de su amiga se había calmado un tanto, repuso: Mi buena Marta, ésta es una batalla decisiva, tenéis que calcular las probabilidades con fría prudencia, como un soldado que ve al mismo tiempo la muerte y la victoria ante sus ojos. Quizá no tengáis que hacer un esfuerzo semejante sobre vos misma.

Pues decía á mi amigo que estaban ustedes mucho más bonitas cuando salían á la calle en pelo, tan primorosamente peinadas, y con aquellos pañolitos al cuello, como el que usted tiene puesto ahora, que con la mantilla y el chal que les comen lo mejor de la figura. ¡Otra!...; ¡mira qué reparón! Ya se ve que . Pues no llevan todas mantilla.