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En el segundo tramo dio un tropezón. ¡Oh, se conoce que no estás acostumbrado!... Te vas a lastimar; dame la mano que yo te guiaré. Tomó la mano de la niña, que era pequeña, pero firme y segura como la de una amazona.

Dime, prenda, ¿irás esta tarde a la corrida? ¿Acaso estoy capaz de ir? respondió María . Cierra esa ventana, Pepe. No puedo soportar esa luz tan viva ni ese aire tan frío. Al decir estas palabras, se levantó él, y abrió de par en par la ventana. Y yo dijo Pepe no puedo soportar tus dengues. Lo que tienes es poco mal y bien quejado. ¡Adiós, no parece sino que vas a echar el alma!

Tengo miedo que te resfríes... es necesario irse a dormir... ¿En seguida? , te lo ruego, vida mía. Bueno, me voy, papá. Dame antes un beso... y tomó a la niña entre sus rodillas. ¡Así me gustan las niñas!... ¿ me prometes ser siempre buena, es verdad? Te lo prometo. ¿Aun cuando yo no esté ya aquí... aun cuando esté fuera? ... pero, ¿por qué te vas, papá?

Si te nombro al que sin duda alguna urdió toda la intriga, te vas á estremecer de horror ante una acción tan baja y tan cobarde de un ser con el que tenías derecho á contar, que no ignoraba nada de tus pensamientos ni de tus acciones y que estaba seguro de perderte, por lo mismo que habías confiado completamente en él.

Además, ninguno de nosotros tiene nada que ver en que ellos anden como el perro y el gato. Cambiando de conversación, preguntó: ¿Vas a Palermo? , iremos; a las cuatro viene el faetón. Bueno; ya que te empeñas...

Y como él insistía haciendo burla de aquellos trabajos, ella se resignaba diciendo: Bien, lo peor es para ti. A ver con qué vas a vestir a tu hijo cuando nazca. Descuida, chica replicaba él riendo. Tengo bastantes camisas para él y para ... ¡Sobre todo, si le gustan de cuello bajo!... Al cabo de un mes, la acción del aire y del sol había puesto a Cecilia mucho más morena.

Y, por último, ¿no vas por tierra, sin que choque, con Leto y con don Claudio? Pues vas embarcada con Leto y Cornias; y pata. La cuenta no fallaba así; y ateniéndose a ella, fue Nieves en el balandro más de una vez sin que la acompañara su padre.

Al revolver el camino vi á los pocos pasos un bulto muy grande, como si fuese un buey puesto en dos pies... ¡Alto! me gritó tapando el camino. ¿Quién eres y adónde vas? Soy el hijo de mi padre respondí y voy adonde me da la gana. Pues por aquí no pasa nadie que no se quite la montera y las buenas noches. Pues ahora va á pasar uno sin quitarse la montera. ¿Quién va á ser?

¿Pero dónde te vas? preguntó clavándole una mirada de estupor doloroso. No te preocupes de eso. Tengo infinidad de sitios donde ir. Lo importante es que estés tranquila. Piensa en que se trata de muy poco tiempo. Carlota permaneció algunos instantes inmóvil con la cabeza baja. Bueno, te arreglaré la ropa repuso al cabo enjugándose las lágrimas.

Bien, hija; si ya te he dicho que no voy. Es que lo dices así, en un tonillo de manso cordero..., como si fuese una tontada mía... No, querida, no. Lo hago con mucho gusto, puesto que me lo ordenas... No, yo no te lo ordeno.. Si quieres, vas, y si no, te quedas. Imagino que, en el fondo, de quien estaba descontenta era de misma.