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Todo el mundo la miraba con sorpresa, sin adivinar su propósito. Los mechones del pelo lacio se le habían pegado, con las lágrimas, sobre las sienes; la tristeza y la indignación se pintaban juntas en su semblante enrojecido. Pudo al fin hablar. ¿Y , con esta tranquilidad, vas a casarte? Adriana comprendió al punto su intención.

Este y otros términos que se dicen a los niños les hacían reír cada vez que los pronunciaban; pero la confianza y la soledad daban encanto a ciertas expresiones que habrían sido ridículas en pleno día y delante de gente. Pasado un ratito, Juan abrió los ojos, diciendo en tono de hombre: «¿Pero de veras que vas a tener un chico?...». Chí... y a mimir... ro... ro...

Después de todos los elementos de felicidad de que hemos hablado te enamoras; la mujer que es objeto de tu amor te corresponde; vas a casarte y al satisfacer los ardientes deseos de tu corazón, te encuentras con que el ángel de tus sueños no viene a ti con las manos vacías... Esta frase causó una mordedura en el amor propio de Tristán.

58 Pues cuando vas al magistrado con tu adversario, procura en el camino librarte de él; para que no te arrastre al juez, y el juez te entregue al alguacil, y el alguacil te meta en la cárcel. 59 Te digo que no saldrás de allá, hasta que hayas pagado hasta el último centavo.

El doctor, que al ver terminado el acceso nervioso del joven había vuelto a sentarse para quedar abstraído en sus tristes pensamientos, cuando aquél cesó de hablar se pasó la mano por la frente como queriendo apartar de la nube que el dolor interponía entre las ideas que ocupaban su mente y el mundo exterior, y repuso: Resumiendo: , Amaury, te vas a Alemania llevándote contigo a Magdalena; , Antoñita, te quedas en esta casa, en la que ella ha vivido; yo, me vuelvo a Ville d'Avray, en donde reposa su cuerpo.

Extenuada por el dolor, se deja caer sobre la hierba. Querría quedarme tendida aquí un momento dice enjugándose el sudor frío que cubre su frente. Después esconde su rostro entre el césped y permanece así algunos segundos, sin movimiento. El se inquieta. Ven dice; te vas a resfriar. Ella le tiende la mano derecha, volviendo el rostro. Levántame.

Por el contrario, te quiere mucho y dice: «¡El pequeño Lionel es muy agradable, está muy bien educado y no hace la corte a las mujeres casadas...!» Me cree un calabacín, ¿no es eso...? LINE. ¡A ver si le vas a guardar rencor por eso...! Sospecha del mayor Wetherley, un norteamericano que me trae frita, y está convencido de que este yanqui tiene suerte con las mujeres.

¿Y qué piensas hacer después de tanto desengaño como vas sufriendo y de tanto disgusto como vamos llevando de estos niquitrefes de levita? preguntó Juana, que no desperdiciaba ocasión de hablar de su pleito.

Velázquez, enfurecido por la ironía de estas palabras, replicó riendo sarcásticamente: Anda con él, hija, y ten mucho cuidado de no caerte de simple. Más vale caerse de simple que de fanfarria dijo ella mirándole cara á cara. El majo se puso encendido hasta las orejas. ¿Cuánto vamos á apostar, niña, á que no te vas á casa tan sana como has venido?

No te comprendo, Magdalena. ¿Adónde vas a parar? Continúo el sermón del domingo. ¿Cómo? Buscando si las leyes estaban de acuerdo con las ideas religiosas... Y has encontrado. Que todas las legislaciones no han hecho más que confirmar lo que estaba ya edictado en las diferentes religiones. ¿Y eso te interesa? En extremo.