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Y era el tercero, que el recordar es siempre mil y mil veces más poético que el mirar, por donde tal vez cuando ella mirase de nuevo al muchacho, caería en la cuenta de que no se parecía a su difunto esposo, de que ni él estaba encantado ni la encantaba a ella, y de que eran sueños vanos y sin sustancia todos los pronósticos en que prestaba al rapaz las grandezas y los triunfos que expresados quedan.

Nada recordaba en aquel momento los vanos cuadros de los poetas; únicamente que, por un extraño contraste, cuanto más cundía mi desaliento, tanto más animado él se presentaba. Todas aquellas olas electrizadas por tan furioso movimiento hallábanse grandemente estimuladas y en posesión como de un alma fantástica.

Mis temores no fueron vanos, pues aún no estaba fuera la mitad de la tripulación cuando un sordo rumor de alarma y pavor resonó en nuestro navío. «¡Que nos vamos a pique!... ¡a las lanchas, a las lanchas!», exclamaron algunos, mientras dominados todos por el instinto de conservación, corrían hacia la borda, buscando con ávidos ojos las lanchas que volvían.

A esta difusión de la luz y de la verdad, aunque más por medio de las armas que por medio de vanos discursos, se consideraba llamado y predestinado Fray Miguel, en cuanto el Padre Ambrosio realizase en él el prometido milagro de remozarle. Fray Miguel acudió, pues, a la celda del Padre Ambrosio, resuelto a todo, y en la noche y en la hora convenidas. El Padre Ambrosio estaba aguardándole.

Ya ha visto usted cuántos paseos he dado sin él en el balandro, con muchísimo gusto suyo... Algo le inquietan los peligros del barco, por su poco juicio; pero como yo no los temo y usted es buen piloto, con tal de que yo me divierta... En lo demás, él es de opinión de que no se viene aquí a guardar etiquetas, ni a hacerse esclavo de miramientos vanos. Muy bien pensado.

Ventaja real y efectiva, grande y jeneral, que ha debido anteponerse al mezquino ahorro que vanos temores ó cálculos poco meditados han podido presentar. Otra causa hay perjudicialísima al consumo del tabaco en Filipinas, que es la poca intelijencia, solemnidad é imparcialidad con que se procede en los aforos al recibo de la hoja de los cosecheros por la renta.

Estoy en Saint-Point, en casa de mi hijo; leemos en familia, a Fenelón: dado el estado de nuestros espíritus, no pueden leerse otros libros que los que hablan de lo divino; todos los demás resultan vanos e insuficientes... ¿Qué haría yo sin mi Sofía? Ella se afana para llenar el vacío que han dejado las que se fueron.

Cuando la buena mujer, fatigada, regresó a su domicilio, hallolo turbado por la presencia de Mario, que después de buscarla en vano por todo Madrid había venido a esperarla. El estado del escultor era tan lamentable que la sobrina tuvo que hacer tila y sacar el frasco del antiespasmódico. Cuando D.ª Rafaela le dijo que nada sabía del niño después de haberle besado en el Retiro a eso de las tres, fue acometido de un desmayo. Salió de él en seguida gracias a los cuidados que le prodigaron. Y en cuanto recobró el sentido tomó el sombrero y salió acompañado de D.ª Rafaela. Fueron a su casa. Carlota estaba ya de vuelta y con ella su madre, su hermana, D. Pantaleón y Timoteo. Rivera llegó también a los pocos momentos. La casa era un campo de desolación: no se oían más que lamentos y sollozos. Todos parecían haber perdido la razón menos Carlota. La infeliz madre, blanca siempre como una estatua, no se entregaba a vanos gritos de dolor; ocupábase en disponer los medios de recuperar a su hijo. En aquel momento hablaba con el delegado de policía del distrito.

Estos hombres suelen ser extremadamente vanos; un amor propio mal entendido les inspira el deseo de singularizarse en todo; y al fin llegan á contraer un hábito de apartarse de lo que piensan y dicen los demas, esto es, de ponerse en contradiccion con el sentido comun.

Eran vanos los grandes esfuerzos para librarse de este ambiente fatal, de la herencia del medio, del círculo en que forzosamente nos movemos; hasta que llegaba la muerte y otros animales semejantes venían a dar vueltas en el mismo redondel, creyéndose libres porque siempre tenían ante sus pasos nuevo espacio que correr. «Los muertos mandan», afirmaba una vez más Jaime en su pensamiento.