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Tampoco esto vale la pena de que se fijen ustedes, porque muchas veces nos ha pasao lo mismo. Pero ahora viene lo mejor. Acabo de dar una vuelta por allá, y pregunto: «¿Cuánto es el gasto de anoche? Ya está pagado me contestaron. ¿Cómo? ¿Quién lo ha pagado? Pues su sobrino. ¡Vamos, niño, no gastes guasa! Que sí, señor Rafael, que lo ha pagado. ¿Cuándo?
Mas oro, y plata es lo que lo vale: Y bien es honra, mando, poderío, Cualquiera de estas cosas equivale, Y trae al retortero, al albedrio. Que aunque no sea forzada, empero sale La voluntad de madre como rio, Y lleva á la razon tras sí rendida, Y á su diccion y gusto sometida.
Qué vale más, ¿este espactáculo de media hora o el encanto de la música, intenso y soberano bajo una interpretación maravillosa? Quedémonos en este rincón y veamos desfilar todas esas mujeres de una belleza sorprendente. Marchan con firmeza; la estatura elevada, el aire de una distinción suprema, los trajes de un gusto exquisito y simple.
A su vez doña Paula guardó silencio y ocultó su rostro lloroso entre las manos. Transcurrieron algunos instantes. ¿Tiene alguna queja de mí? ¡Qué ha de tener! ¿Quién podrá tener queja de ti, mi cordera? Entonces, si es que ya no le gusto o no me quiere, ¿qué vamos a hacer?... Más vale que me desengañe a tiempo. ¡Oh! gritó doña Paula rompiendo de nuevo a sollozar.
Bien se está en el limbo de la insignificancia; pero se está mejor, porque se vale mucho más, donde yo me encuentro ahora; no en la región de los soles, porque no soy águila, pero sí donde se ve claro y no se anda a tientas.
¿Y ese extranjero que la acompaña ahora es... es...? Es un amigo dijo ella fríamente . Un amigo que ha tenido la bondad de acompañarme, aprovechando la ocasión para conocer España; un hombre que vale mucho y lleva un nombre ilustre. De aquí nos iremos a Andalucía, cuando acabe él de ver los museos. ¿Qué más desea usted saber?...
Y si algo vale la sentencia mía, La diré que haga cara y cepos quedos, Pues no es aquél su puesto ni su día, Ni se aligue á Sevillas ni á Toledos Con ser grandes ciudades, y á este tono, A las demás estiman en dos bledos; Sólo ha de ser el garbo y el entono Para Madrid que es villa, que aunque villa, Tiene en su abono príncipes de abono.
Mandó a Sancho que alzase el yelmo, el cual, tomándola en las manos, dijo: -Por Dios, que la bacía es buena y que vale un real de a ocho como un maravedí.
Había en sus palabras un dejo protector. Más vale así.» La estancia donde me hallaba era, sin duda, la sala de recibo o de espera. No grande, con una ventana de rejas a la calle, abierta a bastante altura, para que nadie se pudiese asomar sino con escalera.
Finalmente murió en el hospital, resignado con su suerte, convencido de que la existencia nada vale sin manzanilla y sin toros, y su última mirada de amor y de agradecimiento fue para su mujer, como si le gritase con los ojos: «¡Olé! ¡la primera hembra del mundo!...»
Palabra del Dia