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Conservando su independencia, se apropió ideas de unos y de otros, según se adaptaban más a la índole de su pensamiento, pero coordinándolas en él, y poniéndoles el sello singular de su persona.

No se ofenda usted joven, repuso, yo no tenía ninguna mala intencion pero como me habían asegurado que casi todos los curatos estaban en manos de clérigos indios, yo me dije: los frailes se mueren por un curato y los franciscanos se contentan con los más pobres, de modo que cuando unos y otros los ceden á los clérigos, es que allí no se conocerá jamás el perfil del rey. ¡Vaya señores, vénganse ustedes á tomar conmigo cerveza y brindaremos por la prosperidad de su provincia!

Unos lo atribuyen á Juan de Mena, otros á Rodrigo de Cota, y creen que se escribió en tiempo de D. Juan II ó en el de Enrique IV, suponiendo que fuera Cota el autor del Mingo Revulgo; pero si nos atenemos al lenguaje, parece caer más bien hacia fines del siglo XV, y que no precedió mucho á su continuación, escrita por el bachiller Fernando de Rojas.

En unos cuantos saltos llegábamos á nuestro islote, instalándonos bajo la sombra de un gigantesco nogal can su corteza lisa por los frecuentes escalos. Desde allí, los árboles, el arroyo, las cascadas y las viejas paredes, se presentaban á nuestra vista en su aspecto más encantador.

Dorrego había prometido a los caudillos y pueblos todo cuanto podía afianzar la perpetuidad de los unos y favorecer los intereses de los otros; elevado, empero, al Gobierno, ¿qué nos importa, decía allá en sus círculos, que los tiranuelos despoticen a esos pueblos? ¿Qué valen para nosotros 4.000 pesos anuales dados a López y 18.000 a Quiroga, para nosotros, que tenemos el puerto y la Aduana que nos produce millón y medio, que el fatuo Rivadavia quería convertir en rentas nacionales?

La tarde á que nos referimos era casualmente cierto lo que nuestro amigo Calleja, enterado oficial de la Fontana, contaba en uno de los grupos formados en la Carrera. Pues qué, ¿no saben ustedes? decía bajando la voz y haciendo unos gestos dignos del único espartano que, escapado en las Termópilas, llevó á Atenas la noticia de aquella catástrofe memorable. ¿No saben ustedes?

En esta laguna se suelen juntar hasta seiscientos, y ochocientos indios Pampas, de diferentes naciones, y solamente en el tiempo de cosecha de la algarroba, para hacer sus paces unos con otros, poniendo sus ranchos al rededor de la laguna, para entrar con tiempo al monte, que dista de allí como cosa de cuatro leguas poco mas; en cuyo monte hay mucha cantidad de algarroba, de donde se proveen para su mantenimiento, y para hacer la chicha para todo el año, que es la bebida usual que ellos estilan.

Al lado de esto se hallaban unos vasos mejicanos con estrambóticas pinturas y enrevesados signos, que no parecían sino cosa de herejía.

En el fondo del comedor brillaban unos transparentes iluminados con dos inscripciones en francés y alemán: Au revoir! Auf Wiedersehen!

Andando, andando, siempre arrimado a las estribaciones de la derecha, fueron enrareciéndose los estribos de la izquierda, y dejándose ver, por los frecuentes y anchos boquerones, llanuras de suelo verde salpicadas de pueblecillos entre espesas arboledas, unos al socaire de los montes lejanos, y otros arrimaditos a las orillas de un río de sosegado curso que serpeaba por el valle.