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Cada día encontraba la Regenta mayor consistencia en la idea de las cosas finitas; ya no le costaba tanto trabajo reconocer su realidad: volvían los seres materiales a tener para ella la poesía inefable del dibujo; la plasticidad de los cuerpos era una especie de bienestar de la materia, una prueba de la solidez del universo; y Ana se sentía bien en medio de la vida.

Al principio del siglo siguiente, Kepler y Galileo empezaron a extender los soñados viejos límites del universo. La era moderna estaba en pleno desarrollo; y con ella el cristianismo empezó la de su declinación". "Es evidente que desde mediados del siglo XVII las ciencias físicas por su propio método y carácter minaron la teología.

Elena comenzó a escuchar con tal inmovilidad y silencio que parecía la estatua simbólica de la atención. Aquel ser pueril, de natural tan ligero y aturdido hallaba repentinamente en el fondo de su alma una seriedad increíble. Las frases graves, solemnes de la inmortal sinfonía le revelaban el acuerdo misterioso de las cosas entre y el de su propio corazón con el universo.

¡Triste resultado después de tantos esfuerzos! El Universo entero se le aparecía como una sombra fugitiva que se desvanece con el sujeto que lo contempla.

El Universo, a juzgar por Vetusta y sus contornos, más que un sueño efímero, parecía una pesadilla larga, llena de imágenes sucias y pegajosas. El Padre Goberna, que sabía dar color local a sus oraciones, no decía en Vetusta que no somos más que un poco de polvo, sino un poco de barro. ¿Polvo en Vetusta? Dios lo diera. El mal tiempo se llevó la resignación tranquila, perezosa de Anita Ozores.

Este es un patrimonio de que no podemos privarnos, aun cuando nos empeñemos en repudiar los títulos que nos garantizan su propiedad. ¿Quién no está cierto de que piensa, siente, quiere, de que tiene un cuerpo propio, de que en su alrededor hay otros semejantes al suyo, de que existe el universo corpóreo?

Imaginemos el mundo como un inmenso vaso en que están contenidos todos los cuerpos: vaciémosle de repente; aquí una cavidad con espacio igual al universo. Figurémonos, que mas allá de los límites del mundo, hay capacidad para otros cuerpos, aquí el espacio sin fin ó imaginario. El espacio se nos presenta á primera vista, si como infinito, al menos como indefinido.

Gener va más allá de Schopenhauer, que sólo ve en el universo representación y voluntad. El Sr. Gener halla que la voluntad está de sobra, que no es más que apariencia. Todo queda, pues, reducido a representación, al más completo nihilismo: a representación sin teatro, sin actores, sin espectadores y sin nada substancial y real que sea representado.

Su libro, escrito lealmente y de buena fe, deja vislumbrar fácilmente el combate interior á que se entregan dos espíritus: el literalismo bíblico, que hace del mar una cosa, creada por Dios de una sola vez, una máquina que se mueve al impulso de su mano, y el sentimiento moderno, la simpatía de la Naturaleza, para quien el mar es un ser animado, una fuerza vital y casi persona, donde el alma amante del Universo crea de continuo.

Quedaban aún muchos seres de una mentalidad limitada, semejante á la de los hombres primitivos, que sólo se preocupaban de sus personas ó, cuando más, de sus familias. Cada uno de ellos concibe la vida como si su individualidad fuese el centro del universo, no interesándole más que lo que ve y lo que toca.