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De conocer Martín la Odisea es posible que hubiese tenido la pretensión de comparar a Linda con la hechicera Circe y a mismo con Ulises, pero como no había leído el poema de Homero no se le ocurrió tal comparación. se le ocurrió varias veces que se estaba portando como un bellaco, pero Linda ¡era tan encantadora! ¡Tenía por él tan grande entusiasmo! Le había hecho olvidar a Catalina.

Hubo un largo silencio entre los dos. Ulises parecía ofendido por la ligereza y la crueldad de su acompañante.

Su boca, al hablar, se aproximó á la del marino. Los labios se arquearon iniciando la redonda caricia de un beso. ¿Tan mal vivirías con Freya?... ¿No te acuerdas ya de nuestro pasado?... ¿Es que ahora soy otra? Ulises se acordaba, efectivamente, del pasado, y empezó á reconocer que este recuerdo era demasiado vivo.

Vió de pronto el rostro de la muerta puesto de perfil, con un ojo que se torcía hacia él graciosa y malignamente, lo mismo que Ojo de la mañana debía mirar á su dueña mientras desarrollaba sus danzas misteriosas en la vivienda asiática. Ulises concentró su atención en la sien pálida del fantasma, cosquilleada por la caricia sedosa de sus bucles.

Acabó por sentirse cohibido delante de esta señora que examinaba el salón como si fuese á quedarse en él para siempre. Freya se interesó unos momentos por la peluda fealdad de Tòni. Era un verdadero mediterráneo, tal como ella se los imaginaba: un fauno perseguidor de ninfas. Ulises rió de los elogios dirigidos á su segundo.

Siempre que les unía la necesidad de defender sus derechos, pensaban inmediatamente en Ulises. Ninguno escribía como él.

Salió don Juan vestido de viaje, tomó un coche, apeose cerca de la calle de Don Pedro, y por fin llegó al portal de la casa en que vivía Cristeta. No arribó Ulises a la deseada Itaca, ni vieron los Magos el sagrado pesebre poseídos de tan honda emoción como la que él sentía.

Pero ¿quién podría enseñarle la forma de hablar á una señorita sin asustarla?... ¿Dónde diablos se aprendía el arte de declararse á una persona decente?... En él las dudas no eran nunca largas ni dolorosas. ¡Adelante! Cada uno sale del paso como puede. Y una tarde, cuando Cinta iba del salón al dormitorio de su tía para traerle un libro piadoso, tropezó en el pasillo con Ulises.

A pesar de verse proclamado dueño de todo lo que le rodeaba, un despotismo cariñoso y rudo pesó sobre Ulises. Estaba muy lejos su madre, aquella buena señora que cerraba las ventanas á su paso y no le dejaba salir sin haberle anudado la bufanda con acompañamiento de besos.

En una de estas cuevas, sobre un zócalo de peñascos, vió Ulises un montón de fardos. Vámonos dijo el Dotor . Cada hombre se gana la vida como puede.