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Con este gentío calagurritano se mezclaban los postulantes de otra esfera, personajes y señorones que pasaban al despacho desde que llegaban. El criado no podía contener a la turba impaciente, desesperanzada, a veces rabiosa, que tenía en sus maneras el ímpetu del asalto.

Le complacía poco salir en procesión, bajo un paraguas, con la sotana remangada, perdiendo a cada paso los zapatos en el barro. Además, cualquier día, después de sacar en rogativa a San Bernardo, el río se llevaba media ciudad, ¿y en qué postura, como decía él quedaba la religión por culpa de aquella turba de vociferadores?

Pero la ignara turba ha invadido mi mesa de despacho en pos de un raro acontecimiento femenino y musical.

Además, en esos sitios no se deja en paz á la nieve como lejos de las habitaciones humanas: el viento, girando en torno de las casas, ha levantado á un lado montones de nieve y la ha barrido al lado contrario. Cierto desorden en la naturaleza indica la proximidad del hombre. Pero ahí, como en todas partes, reina el silencio; raro es el rumor que lo turba, en el valle y en los montes.

A la humosa llamarada de las antorchas, Ramiro pudo reconocer, en medio de aquel golpe de gente, la enhiesta facha de Bracamonte. Nueva exclamación estalló: ¡Viva don Diego! Los pasos de la turba resonaban sobre las losas de modo acompasado y solemne. Son algunos vecinos que vienen acompañando a don Diego de Bracamonte exclamó Ramiro en voz alta, volviendo el rostro hacia el concurso.

Permanece allí, en efecto, no atreviéndose a avanzar, presa de un sentimiento singular que no ha previsto; porque el que se acerca en aquel momento es el hombre a quien ama, cuyo pensamiento la llena de ternura y de esperanza. De pronto, un pudor inquieto, una timidez extraña la turba, y no sabe qué palabras pronunciar para hacer a Juan la confesión que, lejos de su presencia, creía fácil.

Fernanda y Blanca, con Montifiori y sus amigos, habían pasado los tres días en una jarana completa: en el corso, en los bailes, en las tertulias particulares, Fernanda y Blanca habían sido conocidas en todas partes; pero eso era lo que ellas buscaban en medio de la turba de corsarios de gran tono, que les daban caza a través de aquellas noches de locura.

Por la tarde, iba a dar una vuelta a pie hasta el puente de las Almas: era la hora más pesada del día. La turba abyecta se paraba a contemplar los bostezos del Nabab fastidiado. A veces sentía la nostalgia de mis tiempos de empleado.

En Madrid nos inquietaba un tanto la policía; aquí vivimos en la más perfecta y envidiable calma. Lector, si el cofre que tienes en tu casa te produce inquietudes profundas; si el cofre que tienes en tu casa te turba el sueño, créeme, tira el cofre á la calle. Pasa por todo, menos por intranquilizar tu espíritu.

«Predicad que á los pies de mi caballo «He borrado los códigos que en Mayo «Una turba de locos escribió, «Y he formado en la palma de mi mano «Un famoso sistema americano «Para reinar sobre las leyes, yo