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Recuerdo, por ejemplo, que el general Máximo Gómez penetró un día en la ciudad de Santa Clara, y estuvo durante algunas horas en la ciudad, y se surtió y surtió a sus tropas de calzado y víveres, y ocupó ropas y municiones, y armamentos, y caballos, y medicinas; y al fin tuvo que marcharse, porque no podía sostenerse a pie firme, en tal lugar, contra las tropas españolas.

Sacábanse copias de las cartas que hablaban de la Junta de Sevilla y de la sublevación de las tropas de San Roque, y aquellas copias circulaban con una rapidez que envidiaría la moderna Prensa periódica.

Toda la ciudad, mi tía, toda la ciudad. ¿Las tropas? , mi tía; toda la guarnición con la música. La señora de Saint-Cast hizo oir un gemido y agregó: ¿Y los bomberos? Los bomberos también, mi tía, sin duda alguna.

Restaurado con esmero, incendiáronlo á su turno en 1810 las tropas francesas invasoras, dejándolo reducido á un sublime escombro. Hoy no quedan sino los muros interiores y exteriores, los torreones rotos, las cuatro espléndidas fachadas, los sótanos y cimientos; sin techumbres ningunas, despedazados los arcos que ligaban los muros, vacíos los huecos de los balcones y todo en ruina.

Todo esto hace que se prolongue este movimiento que tanto perjudica á Cuba. Entre tanto la ley marcial ha sido promulgada y las medidas enérgicas por parte de las tropas hacen concebir esperanzas de que esta situación no ha de prolongarse mucho tiempo.

Eso es, están escritos en la lengua de los cirujanos repitió fray Gabriel. ¿Y de qué partido era usted? preguntó la anciana : ¿de don Carlos o de los otros? Servía en las tropas de la reina respondió Stein. La tía María se volvió a su compañero, y con un gesto expresivo, le dijo en voz baja: Este no es de los buenos. ¡No es de los buenos! repitió fray Gabriel, bajando la cabeza.

Las tropas de Facundo mataron en la ciudad al mayor Tejedor, que llevaba en la mano una bandera parlamentaria; en la batalla del segundo día, un coronel de Paz fusiló nueve oficiales prisioneros. Ya veremos las consecuencias.

¿De qué, don Melchor?... Usted ahora sabe cansarse de nada... He andado tanto estos días... y he dormido poco en las últimas noches. ¡Tu receta, Melchor, acuérdate! intercedió Ricardo, contra el cansancio, el ejercicio. , don Melchor, vamos; puede que hallemos algún animal que valga, porque a veces en tropas así sabe venir, «un repente», algún mestizo de sangre.

El Rey partió con sus tropas; pero antes se despidió de la señora Reina con mucho afecto. Esta, dándole un abrazo, le dijo al oído: No se lo digas a nadie para que no se rían si mis esperanzas no se logran, pero me parece que estoy en cinta.

Conocia la dificultad y se mantenia con alguna circunspeccion, hasta que le fué preciso condescender con las instancias de sus tropas, que pedian con eficacia las guiase al ataque.