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His best stories are probably El sombrero de tres picos, El capitán Veneno, and some of his Novelas cortas. Of the lesser writers of stories of manners and customs, Antonio de Trueba and Narciso Campillo should receive especial mention. A journalist, poet, and writer of short stories, Trueba is best known as an interpreter of Basque life.

Mientras alguna rubia inglesa ejecutaba en el piano trozos de música clásica, y las francesas asían de los cabellos la ocasión de lucir primorosas labores de cañamazo, dando en ellas tres puntos por hora, las españolas, más francas, aceptaban la holgazanería completa, dedicándose a hablar y a manejar el abanico.

Mujer y tres hijos tengo en mi cabaña, replicó éste y no puedo dejarlos por servir al rey. ¿Y , mocito? Yo soy hombre de paz, contestó Roger, y además tengo otra misión muy distinta. ¡No estáis vosotros malas gallinas! ¿Dónde están los hombres de Dunán, de Malvar, de Balsain? ¿No hay ya más que mujeres en Corvalle y Vernel?

En esta fuga hacia las tierras nuevas dijo Ojeda , ¿quién podrá conocer jamás la cifra exacta de los que salieron y no llegaron? ¡Cuántas catástrofes ignoradas!... Algunos autores extranjeros afirman que en tres siglos le costó a España treinta millones de hombres la colonización del Nuevo Mundo.

«¿Qué miras? dijo la Dura inclinándose . ¡Ah!, otro botón... y este es negro, con tres ujeros... Mala señal, chica. Esto quiere decir que si no te casas, mereces que te azoten». Recogiendo el botón, lo miraba de cerca. Anochecía, y la sala se iba quedando a oscuras. Poco después Fortunata veía sólo el bulto de su amiga y los zapatos amarillos.

¡Fruta nueva! decía ; dejaría ella de ser hija de Eva si no le petase la novedad. ¡Un mequetrefe! ¡Veinticuatro años y ya con tres galones! ¿Cuándo se ha visto tal prodigalidad de grados? ¡Hace cinco o seis años que iba a la escuela y ya manda un Regimiento! Sin duda vendrán a decirnos que ganó sus grados con acciones brillantes.

, esas tres piezas el alfil, el peón y el caballo, habían dado jaque mate al blandón o sea, al Rey! Después de algún tiempo, pude dominarme, y con mano trémula repuse en sus sitios los diferentes objetos, para que nadie, más que yo, se diera cuenta del suceso.

En su más lejano extremo, un grupo de servidores del Duque, dos o tres de los cuales llevaban las luces de que he hablado y los otros tres o cuatro estaban armados con largas picas dirigidas hacia adelante, en actitud defensiva. Formaban apretado grupo y la palidez de sus rostros denotaba la agitación de que estaban poseídos.

De esto estaba seguro el príncipe. Había mirado el reloj de la fachada. ¡Las tres!

Coloca a ese desdichado en una buena fonda... no, ¡qué disparate! en el Hospital... No tienes más que dirigirte a D. Romualdo... Dile de mi parte que yo le recomiendo... que lo mire como cosa mía... ¡ay, no lo que digo!... como cosa tuya, y tan tuya... En fin, hija, verás... Puede que os alberguen en la casa del Sr. de Cedrón, que debe ser muy grande... me has dicho que es un casetón enorme que parece un convento... Yo, bien lo sabes, como criatura imperfecta, no tengo la virtud en el grado heroico que se necesita para alternar con la pobretería sucia y apestosa... No, hija, no: es cuestión de estómago y de nervios... De asco me moriría, bien lo sabes. ¡Pues digo, con la miseria que traerás sobre ti!... Yo te quiero, Nina; pero ya conoces mi estómago... Veo una mota en la comida, y ya me revuelvo toda, y estoy mala tres días... Llévate tu ropa, si quieres mudarte... Juliana te dará lo que necesites... ¿Oyes lo que te digo? ¿Por qué callas?