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Pues hay de aqui á Oran sesenta leguas, Y no piensas llevar mas de diez libras? No, porque tengo ya hecha una pasta De harina y huevos, y con miel mezclada, Y cocida muy bien, la qual me dicen, Que muy poco della gran sustento. Si aquesto me faltare, algunas yerbas Pienso comer con sal, que tambien llevo. Zapatos llevas? Tres pares buenos. Sabes bien el camino? Ni por pienso.

Sobre mi haz tendido va fermentando el anhelar dormido y, el germen abonado se agiganta, la gratitud es flor del alma mía, y no muere la clásica hidalguía donde se irgue tu cruz, tres reces santa.

TERNERA ASADA. En manteca o aceite se dora bien la carne, sazonada con sal y vino blanco; se agregan unas rajas de cebolla y se deja cocer unas tres horas; puede servirse con puré de patatas.

Y para resguardo nuestro y de nuestro armador, se dispuso que los tres que quedaban, hiciesen una contrata, cuya copia es la siguiente: "En el rio de San Julian, lunes, Marzo 12 de 1753.

¡Gracias! ¡gracias! contestó mi mujer precipitadamente, como si temiera ver un papel de aguas inglesas con 27 francos en medio. Mi compañera tomó manteca y una fruta del tiempo; yo tomé tres porciones de fruta, dos que tocaban á mi cubierto, y una que me tocaba á por no tomar sorbete.

Primeramente la marcha rapidísima del Este al Norte para hacer frente á la invasión por Bélgica; luego los combates; á continuación una retirada veloz para no verse envueltos; finalmente una batalla de siete días; y todo esto en un período de tres semanas nada más... En el momento del triunfo faltaron piernas á los vencedores para ir adelante y faltó caballería para perseguir á los fugitivos.

Las Tres Rosas por ejemplo... se casarían... tendrían niños, muchos niños, porque él, con sus gustos de joven tímido, adoraba los muñecos... él sería un modelo de maridos.... Pero paró en seco al ver que Tónica se ruborizaba, dirigiéndole miradas de reproche por la libertad con que formulaba sus ilusiones.

O la humanidad era más boba y simple en los pasados siglos que lo es en el día, o no hay tal superioridad en las novelas rusas y francesas de ahora. ¿Dónde está la novela de ahora, rusa o francesa, a la que pueda nadie prometer, no la perpetua juventud, no la vida inmortal que tiene el Quijote, sino la longevidad gloriosa y el favor popular de que gozó durante dos o tres siglos el Amadís de Gaula?

Prepárate a recibir los bofetones... ¡Qué carrillos, Dios mío, tan magníficos! ¿Ves que son azules?... Pues te los voy a poner verdes... ¡Atención!... ¡Una!... La primera... ¡Dos!... La segunda... ¡Tres!... La tercera... ¡Cuatro!... ¡Cinco! La mano breve y torneada de la hermosa chasqueaba ruidosamente en las carnosas mejillas del indiano.

Y me apuntaba, vuelto un poco a la derecha, hacia una loma altísima en que, según me advirtió también, convergían tres cordilleras.