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Fíate de que el nacimiento y el temperamento te hayan hecho ilustre... si la realidad y el mundo traidor no te permiten manifestarte como eres... Pero no suspires, no te entristezcas. Hoy es día de alegría y juntos los dos aquí olvidaremos todas nuestras penas... Cada día me es más difícil vivir sin ti.

Dámelo, aunque tus labios tengan veneno. Mira que muero de ganas de pasar esas fatigas y de que me hagas desgraciado. ¡Suelta, traidor, suelta! La gente reía. Las gitanas tiraban de su compañera mientras los hombres, que se habían parado, animaban al guapo gritándole: ¡Anda! ¡Oblígala!... ¡Que pague la guasita!

Partillo hemos desta manera: picarás una vez y yo otra; con tal que me prometas no tomar cada vez más de una uva, yo haré lo mesmo hasta que lo acabemos, y desta suerte no habrá engaño." Hecho ansí el concierto, comenzamos; mas luego al segundo lance; el traidor mudó de propósito y comenzó a tomar de dos en dos, considerando que yo debría hacer lo mismo.

Días ha que he sabido vuestra desgracia y la causa que os mueve a tomar las armas a cada paso, para vengaros de vuestros enemigos; y, habiendo discurrido una y muchas veces en mi entendimiento sobre vuestro negocio, hallo, según las leyes del duelo, que estáis engañados en teneros por afrentados, porque ningún particular puede afrentar a un pueblo entero, si no es retándole de traidor por junto, porque no sabe en particular quién cometió la traición por que le reta.

¡Madre, , más que reina, más que dueña, Madre de Guatemoc cuando te sueña, Y de Kalipulako si te hiere! ¡Madre que todo lo ama y lo perdona! ¿Qué labio ruin tu gloria no pregona? ¿Qué pecho es el traidor que no te quiere?

Pero, sobre todos, estaba bien con Reinaldos de Montalbán, y más cuando le veía salir de su castillo y robar cuantos topaba, y cuando en allende robó aquel ídolo de Mahoma que era todo de oro, según dice su historia. Diera él, por dar una mano de coces al traidor de Galalón, al ama que tenía, y aun a su sobrina de añadidura.

Dio la vuelta con presteza y se puso a marchar agitadamente por los caminos más solitarios del parque, presa de una violenta cólera. ¡Miserable...! ¡traidor...! ¡granuja...! ¡Después de lo que yo he hecho por él! Iba murmurando por intervalos estas y otras frases por el estilo. Recordaba los favores que había hecho a García sin pensar, por supuesto, en los que éste le había hecho a él.

Yo entraré llorando, llorando mucho. Malo... Pues me desmayaré, diciendo que usted es un traidor que quiso robarme. Peor. Diga usted que se perdieron, que encontraron a lord Gray... No nombraré al inglés; eso jamás. ¿Por qué? Porque ahora, nombrar en casa a lord Gray y nombrar al demonio es lo mismo. Yo la causa, lord Gray es amado por una de ustedes.

¡Bah! que has nacido para ser víctima, no conoces la venganza. ¡Peor para ti! Un cristiano no puede, no suele ser vengativo. ¡Pobre rey! mañana te herirán en el corazón... digo, si es que tienes corazón. ¡Que me herirán en el corazón! ¡Si mañana te matasen á tu buena esposa!... ¡Oh! ¡si un traidor se atreviese á la reina, moriría! exclamó el rey con una llamarada de firmeza.

Iba camino de la casa del Magistral con la misiva y pensaba: «Lo que yo me temía, a pares; los tiene a pares; uno diablo y otro santo. ¡Así en la tierra como en el cielo!». «Y por contera, le engañaba, le decía que estaba enferma para excusar el verle... ¡le tenía miedo!... y hasta el estilo dulce, casi cariñoso de la carta era traidor... ¡aquello no era digno de ella!