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¿De qué te servirá ser cómica, si no sabes ser cómica más que en el teatro? Cuando venga recíbele bien. ¿Recibir yo bien á ese traidor?... La sonrisa en los labios y el odio en el corazón; porque debes odiarle, como odiarías á un ladrón, á un asesino, porque él te ha robado tu paz, él te ha matado el alma. Yo no puedo aborrecerle; ¡yo le amo, yo le amaré siempre! exclamó llorando Dorotea.

Una conspiración horrible. ¿Pero cómo...? Anoche un amigo mío, un noble joven que acababa de llegar á la corte, tuvo un desagradable encuentro á causa de una dama, con don Rodrigo Calderón. Don Rodrigo, según me ha dicho mi confesor, está herido, y esto es una desgracia. No, no señora, esto es una fortuna; don Rodrigo es un traidor.

Lerma no logró, pues, nunca saber á lo que debía atenerse á ciencia cierta respecto á la reina. La duquesa creía verlo todo, y halagada de una parte por los favores del favorito, y de otra por el cariño traidor de la reina, vivía tranquila y feliz, salvo algunos disgustos inherentes á su posición, inevitables.

La actuación de un traidor, de un personaje sombrío y fatal, es necesaria para que por un efecto de contraste resalte con mayor relieve la grandeza magnánima del protagonista. Y en esta novela colombiana, el traidor es el honrado Martín Alonso, que lo puso todo en la empresa del descubrimiento para no sacar nada y perder encima la vida. Usted conoce la verdadera historia.

Y aunque yo juraba no lo hacer con malicia, sino por no hallar mejor camino, no me aprovechaba ni me creía más; tal era el sentido y el grandísimo entendimiento del traidor. Y porque vea vuestra merced a cuánto se extendía el ingenio deste astuto ciego, contaré un caso de muchos que con él me acaescieron, en el cual me paresce dió bien a entender su gran astucia.

El maestro de música le echó encima un discurso al relojero, y le dijo traidor, y venal, y chino espurio, y espía de los tártaros, porque decía que el pájaro continental no podía cantar más que una vez.

Convencido al fin de que había acusado a la condesa sin razón, se sintió embargado por una desesperación profunda; se estremeció de vergüenza al pensar que se había dejado arrastrar por un ciego amor, a hacer una revelación fatal, y que él era el único traidor para con su cómplice. Resolvió más firmemente que nunca el no confesar que había confiado la prueba del crimen a Marta.

¡Ah, señor! dijo la duquesa, que había dejado el velón, volviendo y juntando las manos ; ¡cuando pienso que un traidor puede llegar hasta aquí impunemente!

El primero, según el testimonio de viejos cronistas, acabó siendo un traidor al Imperio de Liliput que le había dado hospitalidad, pues se fué con los de Blefuscú, que eran entonces enemigos. Además, al regresar á su monstruosa patria, publicó, según vagas noticias traídas por Eulame, un libro en el que ponía en ridículo á todos los liliputienses.

Queréis emplearme por segunda vez como instrumento estúpido de vuestro espionaje. «El capitán Ferragut es un tonto enamorado os habéis dicho . No hay mas que hacer un llamamiento á su caballerosidad...» Y quieres vivir conmigo, tal vez acompañarme en los viajes, seguir mi existencia, para revelar mis secretos á tus compatriotas y que aparezca yo de nuevo como un traidor. ¡Ah, perra!...