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Y ahora no te volverás a ir dijo ella, alzando los ojos hacia , como si no pudiera saciarse de mirarme. Te quedarás con nosotros, para siempre; ¡prométemelo, prométemelo inmediatamente! Guardé silencio. La felicidad me rodeaba, abrasadora como el fuego del cielo: era para un sufrimiento, una tortura. ¡Insiste también, Roberto! repuso ella. Me estremecí.

Las cejas espesas que le caían sobre los ojos daban a su rostro un aspecto sombrío; las palabras salían penosamente de sus labios, como si el hecho solo de hablar hubiera sido para él una tortura; sin la franqueza y la profundidad de su mirada, sin la sonrisa bonachona que iluminaba a veces como un rayo de sol sus facciones duras y toscamente modeladas, se le habría tomado por un hombre odioso.

El molino se hizo, y mis feligreses comen hoy pan de trigo y de maíz. De esta manera he logrado abolir para siempre esa horrible tortura que se imponían las pobres mujeres, moliendo el maíz en la piedra que se llama metate; tortura que las fatiga durante la mayor parte del día, robándoles muchas horas que podían consagrar a otros trabajos, y ocasionándoles muchas veces enfermedades dolorosas....

Ora por todos cuantos murieron sin ventura, Por cuantos padecieron tormentos sin igual, Por nuestras pobres madres que gimen su amargura; Por huérfanos y viudas, por presos en tortura Y ora por que veas tu redencion final.

La hija de su hermano el médico, una muchacha que hasta ahora ha ido por el mundo cantando óperas. no te acordarás del doctor Moreno, que tanto dio que hablar en sus tiempos... ¡Vaya si se acordaba! No necesitó poner en tortura su memoria. Aquel nombre aún se conservaba fresco entre los recuerdos de la niñez.

La incomodidad, el disgusto el cruel sufrimiento han cesado con la fiebre que enloquecía mi cerebro, con la fiebre llamada «vivir» que consumía mi cerebro. Y de todos los tormentos, aquel que más tortura ha cesado: el terrible tormento de la sed por la corriente oscura de una pasión maldita. He bebido de un agua que apaga toda sed.

Pero tal como es el alma mía, cualquiera que fuese la capacidad que originalmente pudiera existir en para el bien, todos los dones de Dios, los más selectos y escogidos, se han convertido en otros tantos motivos de tortura espiritual. Ester, ¡yo soy inmensamente infeliz!

Recordarle a ella los hechos pasados, cuando su memoria, reavivada por el rencor, se los presentaba día a día, más patentes cuanto más lejanos, tenía razón, muchísima razón: era horrible, era injusto, era inicuo... ella no excusaba a Quilito, pero, en la situación en que se encontraba, había que salvarle, ¿de qué manera? veinticuatro horas hacía que estaba sufriendo esta tortura, y no halló más salida que esa, la más difícil... Y pensarlo bien, ¿no era más humillante que el pagaré cayera en poder de Esteven, quien podía creer que ella y el padre estaban complicados en el enjuague?

Me pareció que ese germen fermentaba un poco en aquel momento y que las secretas antipatías del viejo hallaban alguna satisfacción en el espectáculo de un noble en tortura. Tomé al instante la palabra, tratando de mostrar, á pesar de la postración real en que me hallaba, una plena libertad de espíritu. ¡Cómo!

Se había levantado muy temprano después de una noche de desvelos y tortura; habíase puesto su camisa limpia y las demás prendas que estrenaba, mostrando un empeño particular en aparecer con la facha más decente que le fuera posible; había salido y tomado café en un puesto de la calle del Ave María, y después se fue a vagar por las calles.