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Nuestro deseo de visitar el interior de la torre, creció entonces naturalmente con el atractivo del fruto prohibido, y pasamos á la ventura un puente echado sobre los fosos.

46 Cuando oyeron esto todos los que estaban en la torre de Siquem, entraron en la fortaleza del templo del dios Berit. 47 Y fue dicho a Abimelec como todos los de la torre de Siquem estaban reunidos. 50 Después Abimelec se fue a Tebes; y puso cerco a Tebes, y la tomó. 52 Y vino Abimelec a la torre, y combatiéndola, llegó a la puerta de la torre para pegarle fuego.

A una legua de distancia se ven todavía dos monumentos incompletos y en ruina: la Torre de los Escipiones, de carácter sepulcral, conservando apénas una elevacion de 30 piés, y el llamado puente de las Ferreras, admirable acueducto que ligaba dos altas colinas para conducir las aguas potables á Tarragona.

La torre de al lado dió las tres; y el sol descendía llevándose consigo mi primer día de opulencia. Entonces, acorazado de libras, ¡corrí a divertirme! ¡Ah, qué día!

Salucio, uno de ellos, emprende larga peregrinación después de la muerte de su padre, buscando la mitad de la sortija, que le falta. Sucédenle varias aventuras románticas, y al fin tiene la dicha de encontrar un peregrino, que, entre varios objetos curiosos, le enseña media sortija igual á la suya. Salucio le habla de la torre encantada, y regresa á su casa acompañado del peregrino.

Según antigua tradición, Marcilla fue a Teruel por el camino de San Cristóbal, y al llegar a los Arcos oyó que daban las once en una torre de la ciudad, e hincando espuela a su cabalgadura dijo a su escudero: «Camacho, perdidos somos

Pero ¿qué hacen ahora? ¡Nuestra Señora de Rennes nos valga! dijo el paladín francés. Se proponen pegar fuego á la torre y asarnos en ella. Me lo temía. Duro en ellos, arqueros, que ahora de nada nos sirven nuestras espadas. Una docena de sitiadores se adelantaron escudándose con enormes haces de leña y ramas secas, que colocaron contra los muros.

Eran las mismas que había proferido en Can Mallorquí. Juraba matarle: prometía ir de noche a la torre del Pirata para incendiarla y hacer pedazos a su dueño.

Tal vez nuestros héroes, yendo a una nueva expedición campestre, hubieran sido sorprendidos por deshecha y pavorosa tempestad, teniendo que refugiarse en las ruinas de algún antiguo castillo o torre moruna, donde por fuerza había de ser fama que aparecían espectros o cosas por el estilo.

Febrer le dejó cantando la misa mientras terminaba su carenaje. En la torre encontró la cesta de su comida sobre la mesa. El Capellanet la había dejado sin esperar, obedeciendo sin duda a algún llamamiento urgente de su padre malhumorado. Después de comer volvió Jaime a contemplar los dos agujeros que los proyectiles habían abierto en el muro.