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Como flotantes en el ancho espacio, se oyen sonidos que la distancia debilita: el campanilleo tembloroso del andar de la recua, el cántico semisalvaje del gañán, o el cansado voltear de alguna esquila de torre perdida en la soledad de la planicie....

A pesar de esta sombra, los ojos de los viajeros, conocedores del terreno, distinguieron en la misma falda de la negra cortina la aguja de la torre de la catedral. Los presos y sus custodios llegaron al llano y atravesaron el valle de un cabo a otro, empleando en ello mucho tiempo, a causa principalmente del cuidado que exigían los heridos.

Las musas danzarán sobre tu césped y gustarán la miel de tus colmenas. el manantial donde las almas nobles el agua pura del Ensueño beban, la torre de márfil donde se guarde el tesoro ideal de nuestra lengua. Hispanos: si algún día la escarnecen, nuestras aljabas vaciarán sus flechas, y nos verán, triunfantes o vencidos, al pié de esta sagrada ciudadela. ¡Oh rosas de lascivia!

Y digo preso continuó Quevedo como contestando á aquella expresión , porque los que en España nos encontramos entre cierta gente, cuando no somos prendedores somos prendidos. En fin, señora, yo me llamo, después de criado vuestro, don Francisco de Quevedo y Villegas, señor de no qué torre, y autor de no qué libros.

Nadie ha podido hacer que esos ojos le miren enamorados. ¡Como no seáis vos!... ¡Yo! ¿Y qué tendría eso de extraño? Os aseguro que... Lo creo; doña Clara es dura como una roca. Pero yo no pienso... ¡Vos!... ¡bah!... Vos sois capaz de saltar por esa dama por cima de la torre de Santa Cruz; y si yo fuera otro, lo sería también... y sois vos solo... ¡Cómo! El primero que salta por doña Clara es...

Habeis hablado de castillos, de muros y torreones llenos de recuerdos: ¿dónde he de encontrar ya ni la sombra de los de Almería? Ve uno condensados alli los siglos sobre cada torre, escrita la historia de toda la edad media sobre cada almena.

Adoraba al valeroso comendador: era su verdadero ascendiente, el mejor de todos, el rebelde, el demonio de la familia. Al entrar en la torre encendió luz, se envolvió en el jaique de burda lana que le servía para sus excursiones nocturnas, y tomando un libro quiso distraerse de sus pensamientos hasta que Pepet le subiera la cena. La tempestad pareció fijarse sobre la isla.

4 Y dijeron: Dad acá, edifiquémonos ciudad, y torre, que tenga la cabeza en el cielo; y hagámonos nombrados, por ventura nos esparciremos sobre la faz de toda la tierra. 5 Y descendió el SE

Raimundo era, como ya sabemos, un chico débil, que no había tenido la educación gimnástica de los jóvenes aristócratas, sus amigos. Aquel viajecito por el estribo, con la marcha rapidísima del tren, que para ellos era cosa baladí, para él, que sentía vértigos al atravesar un puente o subir a una torre, era realmente peligrosísimo.

Los tres portales de la base, las ligerísimas columnas del segundo y tercer cuerpo, la enorme roseta que se abre en el centro, como una inmensa filigrana de piedra, las esculturas, estatuas y torrecillas que se destacan sobre los relieves del edificio, los arcos tendidos y las preciosidades de los portales laterales y de las capillas, en fin, la gigantesca torre calada, que termina en una forma semejante á la de una mitra aguda, forman el conjunto mas interesante, aun para el viajero que carece de conocimientos artísticos.