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Pero cuando le dijo a Mauricia que se marchara, esta no quiso, y empezó a poner de oro y azul a doña Guillermina, hallándose esta presente, y a todas las señoras de las Juntas católicas, diciendo que eran unas tales y unas cuales. ¡Qué bribona! Si es atroz... le entran esos toques, y no sabe lo que dice. Doña Guillermina no se acobardó por esto, ni renunció a llevársela.

15 y despojando los principados y las potestades, sacándolos a la vergüenza en público, confiadamente triunfando de ellos en él. 16 Por tanto, nadie os juzgue en comida, o en bebida, o en parte de día de fiesta, o de nueva luna, o de sábados; 21 No toques, No gustes, No trates?

Los alumnos no tenían necesidad de más, nadie echaba de menos la enseñanza práctica de una ciencia eminentemente experimental; por años y años se ha enseñado así y Filipinas no se ha trastornado, al contrario continúa como siempre. Alguna que otra vez bajaba del cielo un instrumentillo que se enseñaba de lejos á la clase, como el Santísimo á los fieles prosternados, mírame y no me toques.

Es que no sólo Obdulia es la que tolera... lo que yo no quiero tolerar. Las mismas Emma, Pilar y Lola consienten confianzas.... ¡No me toques a las hijas del marqués! gritó la tía, poniéndose en pie y dejando caer el Werther sobre la raída alfombra.

Las ramas se entrelazaban sobre mi cabeza y los rayos del sol podían apenas deslizarse entre las hojas, poniendo aquí y allá brillantes toques sobre el húmedo césped.

Sólo llevamos hecho un piso, y estamos seguros de que el día que lo cargen se vendrá abajo, aplastando a todo Cristo. ¡Con tal que no estemos nosotros!... El contratista viene en su automóvil una vez por semana; mira, recomienda que se haga todo por el sistema de «mírame y no me toques», y se va.

¿Y quién le garantizaba que este príncipe no fuera tuerto o picado de viruelas?... ¡Había que evitar resolución tan inconsulta!... Y para evitarla, no veía otro medio que dejar de mirar las almas y mirar sólo los rostros... ¿No era al fin y al cabo eso lo que le aconsejó el enano cuando le dijera: «mira las rosas y no toques los rosales?...»

Colocado él entre estos dos imposibles, padeció horriblemente en breves instantes. Los toques de clarín y tambor arreciaban y se sentían pasar las tropas por la calle con algazara y gritos. Las pisadas de tantos hombres producían hondo rumor, como mugido lejanísimo de la tierra por tantos pies herida.

Mirando atentamente estas obras se conoce que lo que allí hizo el pincel de Velázquez fue dar valor y realce con enmiendas, correcciones y toques aislados a la mezquina y pesada labor de artistas inhábiles.

Cuando para disimular mejor el miedo se fueron aquéllos a jugar con su cadena, no pudo reprimir la indignación y les advirtió con un manotazo de que aquello era de «mírame y no me toques,» y para evitar más conflictos, se levantó de la silla y se puso a dar vueltas por la estancia, sin perder un átomo de su ingénita gravedad.