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Pero cuando gozaba extremadamente era por las noches, después que, oído el toque de ánimas y rezadas las oraciones de costumbre por el mayorazgo, á quien contestaban unísonos todos los de la casa, se sentaban en el ancho balcón del mediodía.

El fresco olor de las algas marinas, el canto de los marineros que despliegan las amplias velas grises aun húmedas por el relente de la noche, el toque de las campanas de las iglesias, el relincho de los caballos que saltan lanzándose hacia las verdes praderas que se extienden detrás de la ciudad... todo, en fin, es música, perfume y luz.

Ya se habían congregado los diez combatientes frente á la tribuna del príncipe para recibir dos de ellos el galardón merecido, cuando el agudo toque de un clarín llamó la atención de los presentes hacia un extremo del palenque, ganosos todos de ver al inesperado caballero que así anunciaba su llegada.

El anciano dice en sus adentros: todo eso es mio; ¿quién es ninguno de estos recien venidos, de esos forasteros, de esos imberbes, para disputarme la religion de mi memoria, mi memoria que es mi cendal de lágrimas y mi corona de laurel, mi martirio y mi poesía. Todo eso es mio, el que lo toque es un profano. Sabe que el hablar tiene sus peligros, y calla: aquí la reserva.

Es decir, que el toque estaba, como el toque del ejército militar, en llevar nuestro expediente tantos o cuantos años de servicio.

Llenos de gratitud, han divinizado el bosque protector. ¡Desgraciado de quien toque con el hacha uno de sus troncos salvadores! «Quien mata al árbol sagrado, mata al montañés», dice uno de sus proverbios. Y sin embargo, matadores de estos ha habido, y no pocos.

Por eso, antes que con el público, estos artistas insignes dieron últimamente en la feliz ocurrencia de ponerse de acuerdo con la junta directiva del baile, que, en honor de la verdad, casi siempre ha accedido á respetar los días festivos, dejándolos para dar culto á Talía y Melpómene, visto que la saltarina Terpsícore no se ha de ver desairada aunque toque á función en noche de Difuntos.

No volvió a entrar sino al primer toque que llamaba a comer. Talvez fue a causa de su preocupación, que el capitán creyó notar, al entrar en el salón, algo de tirantez y alteración en el rostro del señor de Maurescamp. Iban a comer. Había en la mesa como veinte convidados.

No, no me toque usted, mamá.... En sus oídos sonaban estas palabras como si acabasen de ser pronunciadas, y veía aún el gesto de repugnancia con que las había acompañado. ¿Qué cambio tan rápido era aquél, desde la adoración idolátrica a una repulsión instintiva? ¿Sabría algo su hijo?

Al toque de vísperas salió la Reina á la sala de los mármoles ricamente vestida; se sentó en una silla, y se pusieron á danzar la reina de Nápoles, la infanta Doña Isabel, y algunas otras damas. Cuando fué sazon salió á la puerta de la ALJAFERIA, y subió sobre un hermoso caballo blanco.