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Si hubieras sido , tampoco me habrías sacado los ojos. Que ... pillo... granujita. Vaya, no quiero saber más, no me cuentes más. ¿Para qué preguntas ? Si te digo que no la quería, te enfadas conmigo y tomas partido por ella... ¿Y si te dijera que la quería, que al poco tiempo de sacarla de su casa, se me ocurría la simpleza de cumplir la palabra de casamiento que le di?

Pero antes de que el miserable pudiera beber, el anciano, pálido de rabia, precipitose sobre el intruso, y asiéndolo con sus poderosos brazos y arrastrándolo a través del grupo de asustados comensales que los rodeaban, alcanzó la puerta abierta de par en par por los criados, cuando Carlos Tomás exclamó, con un grito angustioso: ¡Deténgase! Parose el anciano.

Cristóbal de Avendaño, que falleció en 1635, y Tomás Fernando Cabredo en 1634, fundadores los dos de la cofradía de Nuestra Señora de la Novena.

Yo admiro mucho al Dante; pero no puedo menos de creer que sólo están indicadas en su poema las teologías y las filosofías que con mayor amplitud, claridad, fundamento y orden pueden estudiarse en San Anselmo, San Bernardo, Pedro Lombardo, San Buenaventura, Santo Tomás de Aquino y otros doctores de la Edad Media.

A don Tomás le llamaban Frígilis, porque si se le refería un desliz de los que suelen castigar los pueblos con hipócritas aspavientos de moralidad asustadiza, él se encogía de hombros, no por indiferencia, sino por filosofía, y exclamaba sonriendo: ¿Qué quieren ustedes? Somos frígilis; como decía el otro. Frígilis quería decir frágiles. Tal era la divisa de don Tomás: la fragilidad humana.

Quince años hace que abandonó mi casa dijo el señor Tomás, hecho un pródigo y un libertino. ¡Pero yo mismo era un hombre de pecado!... ¡Oh, amigos en Jesucristo! Un hombre de ira y de rencor. Pero, alabado sea Dios, he huido de mi propia cólera. Cinco años ha que obtuve la paz que supera a la humana comprensión. ¿La tienen ustedes, amigos?

Fue aquí, en este servicio, donde por primera vez conocí a don Tomás Regnier, mi compañero desde pocos días después, y mi maestro siempre.

En este momento entraron otros visitantes en el salón, con tal estrépito, que la conversación se suspendió. Grande fue la sorpresa general al ver que eran el padre Tomás y la Melanval que se anonadaban mutuamente de testimonios de finura y se negaban a pasar el uno delante del otro.

Si no, no dijo Guillermina volviendo . Más te conviene dormir que rezar. ¿Necesitas algo? ¿Quieres agua con azúcar? Ya está aquí. Retírate, que también has de dormir. Pobrecilla, no cómo resistes... ¡Vaya un trabajo que te tomas!... Iba a decir «¿y todo para quépero se contuvo.

Tomás, con la faz despavorida y los ojos en el suelo, hizo señal de afirmación. Ya sabes que te he dado bastantes pruebas de apreciarte, y de apreciar a tu familia... Creo que me aprecias lo mismo que yo a ti, y la familia lo mismo... Pues, Tomás, tengo que decirte una cosa... A me parece que no estoy bien solo... Un hombre no está bien solo, ¿no te parece?