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Y después de un instante de silencio, viendo a Hullin boquiabierto, la anciana prosiguió lentamente: Anoche nos hallábamos todos reunidos, después de cenar, en la cocina bajo la campana de la chimenea; la mesa estaba todavía puesta con las escudillas vacías, los platos y las cucharas.

Alcé los ojos al cielo, y absorto en el espectáculo de la noche, me pareció ver pasar a Valentina como una visión por el éter, huyendo de como huían aquellas nubes. ¡Nunca la había visto tan linda! Sentía en mi mano el calor de la suya y en mi oído sonaba todavía el acento misterioso de su palabra.

Mas célebre que todos estos era el palacio llamado de Dimashk, cuya techumbre sustentaban hermosas columnas de mármol, siendo su pavimento de mosáico de vívidos matices; y mas todavía el Al-mushafiyyah, propiedad del Wazir de Hixem II Jafar Al-mushafí, que describe Ibnu-l-Abbar como una de las mas encantadoras moradas de aquellos tiempos y de aquella tierra.

Pero cuando no quedaron allí más testigos que la santa y Segunda, el buen farmacéutico creyó que no tenía para qué sujetar la onda impetuosa que del corazón le salía, y llegándose al cuerpo todavía caliente de su infeliz amiga, la abrazó, y estampó multitud de besos en su frente y mejillas.

Y vio que la Pepa estaba cortando dos palos. ¿Qué estás haciendo? le preguntó. Después de vacilar un momento, ella contestó, trémula de miedo: Una cruz para los muertos. ¡Dejáte de cruces, gallega, y sacá pronto las ropas del mocito que está en la zanja todavía vestido! La Pepa despojó también el cadáver de Peñálvez, y después, creyendo ya dormido al Chucro, fue a terminar su cruz.

¡Sea! la acepto porque es un hecho y sigo preguntando: ¿por qué, si su organizacion social es defectuosa, no la cambian ó al menos escuchan la voz de los que salen perjudicados? Todavía estamos lejos: hablábamos de lo que quieren los estudiantes de los frailes... Desde el instante en que los frailes se esconden detrás del gobierno, los estudiantes tienen que dirigirse á éste.

De esa niñez suya, estudiosa, contaba Fermín Valdés Domínguez y cuenta todavía el doctor Eduardo F. Plá, sus condiscípulos dichosos en las aulas felices, rasgos asombrosos de inteligencia y de carácter. Y fue de ese colegio de donde su padre, creyéndolo ya bastante ilustrado lo sacó para emplearlo de Escribiente en la Celaduría.

Querían llevarme con ellos, hacerme compartir lo poco de felicidad que les quedaba todavía: me crearía un interior en la casa de mi cuñado; pero rechacé su ofrecimiento con fiera obstinación.

Pero habiendo recibido muchas heridas en sus campañas, heridas de las que todavía sufre, pidió su licencia para retirarse a descansar de los trabajos de la guerra, y sus jefes se la concedieron con muchas recomendaciones.

No, no es eso, tía Liette; pero, francamente, me sería desagradable el ir a una casa donde no estás invitada... Tienes todas las delicadezas, hijo mío; pero yo no soy tu madre... Eres más todavía... No es lo mismo. Sólo la maternidad crea un lazo indisoluble y sagrado; el nuestro se puede desatar por mutuo consentimiento, sin indiferencia por mi parte ni ingratitud por la tuya.