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Había en los acordes del salón no qué de vulgar y prosaico, de áspero y poco espiritual, que me desagradaba en extremo, no obstante mi ignorancia del arte musical. El canto era todavía peor. Una señorita Luisa, que estaba muy en boga como cantatriz indígena en aquellos días, hizo el gasto principal, en algunos solos, dúos y tercetos, que el público la estimuló á repetir.

En el momento en que Delaberge se volvió hacia él, acercóse el joven a la señora y dijo con cierta brusquedad: Hasta otra vez, señora; he de subir todavía a los bosques de Carboneras. ¿Pero volverá usted por aquí? exclamó la señora Liénard. Es que necesito todavía de usted...

¡Sean los bardos tagalos paladines en su dorada Malasia del idioma colonizador! Que "en Flandes se puso el sol"; pero para la lengua castellana no se ha puesto todavía... Algunas líneas para justificar la incorporación al PARNASO de la sección consagrada a los Poetas españoles en Filipinas.

Todavía recordaba las palabras que había oído en noche ya lejana, cuando en uno de esos momentos de tranquilidad demasiado raros, había cedido a la insistencia de una multitud alegre, y se había puesto a tocar el piano.

Los españoles vinieron a remediar todo esto, y aunque trajeron inquisición, intolerancia religiosa, cruel codicia, malos tratamientos y trabajos forzados para los indios que se les encomendaban, todavía puede asegurarse que trajeron más bienes que males; animales de carga para que el indio no lo fuese, animales sabrosos para que el indio se los comiese en vez de comerse a otro indio, y otras muchísimas cosas, que sería prolijo enumerar, así para bienestar del cuerpo como para solaz y consuelo del alma.

Habría querido dejarme caer nuevamente con los ojos cerrados en la esquina del sofá y fingir todavía un poco el desvanecimiento, pero me levanté vivamente y dije: Creo que Marta no cerrará los ojos esta noche; esperará el momento en que salgas de la casa. Querrá verte partir; como su habitación da al jardín, vendrá a la tuya o a la que está al lado.

Si se quiere forzar su inteligencia, sucede la que Mr. de Humboldt observó en los pueblos americanos llamados todavía las Misiones: habiendo perdido la savia indígena sin tomar nada nuestro, el cuerpo vivo pero muerto el espíritu, estériles, inutilizados para siempre, son toda su vida niños grandes, embrutecidos, idiotas.

Todavía una vez más, mi querido Domingo, la vida, lo posible, lo razonable... Yo se lo ruego, no crea usted a los que le señalen lo razonable como enemigo de lo bueno, porque es inseparable amigo de la justicia y de la verdadLe doy cuenta de una parte de los consejos que Agustín me daba, sin saber exactamente a qué aplicarlos, pero adivinándolo.

Vamos pensaba con melancolía al marcharse esto no está concluido todavía; habrá que hacer diligencias e informaciones; ¡con tal que no tenga desilusiones y el producto de esa cristalería sea el que me han asegurado! Mi madre es demasiado desconfiada: personas y acontecimientos, todo le es sospechoso. ¿Qué tenemos que temer si los informes que tengo son perfectos?

Por manera que el insigne D. Pedro trocó por un año de vida los siglos de popularidad que ha disfrutado, y disfrutará todavía muchísimo tiempo, la memoria del pobre D. Francisco, y el alto honor de figurar en el mencionado cuadro de Gisbert. Conque volvamos á la Casa de las Conchas.