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Trabajan duramente verano y otoño, y cuando el viento pampero empieza á azotar las llanuras, asustados por la proximidad del invierno, regresan á los lugares de procedencia, donde la tierra empieza á despertar entonces bajo las primeras caricias primaverales.

De ver era las dos fuertes, membrudas, De solas sus macanas arreadas, Que no tienen mas armas, que desnudas, Al fin en el palenque ya encerradas, Comienzan de herir sus carnes crudas, Y dándose muy bravas cuchilladas, En sangre convertian tierra y suelo, Y sus golpes sonaban hasta el cielo.

29 ¡Ay de ti, Moab! Pereciste, pueblo de Quemos; puso sus hijos en huida, y sus hijas en cautividad, por Sehón rey de los amorreos. 30 Y Hesbón destruyó su reino hasta Dibón, y destruimos hasta Nofa y Medeba. 31 Así habitó Israel en la tierra del amorreo. 33 Y volvieron, y subieron camino de Basán, y salió contra ellos Og rey de Basán, él y todo su pueblo, para pelear en Edrei.

El señor de Castro dice que se acuerda de la reina Semíramis y de los jardines colgantes de Babilonia... Son comparaciones que sólo se le ocurren á él. Lo único que yo puedo decir es lo que ha costado todo esto. ¡La piedra que ha habido que traer! Toda una cantera. ¡Y las barcazas de tierra vegetal para rellenar los huecos, nivelar el suelo y hacer un jardín decente!...

Mis padres me dejaron sirviendo y se volvieron a su tierra, y de allí a pocos años se debieron de ir al cielo, porque eran además buenos y católicos cristianos.

Sonaron los atambores, llenó el aire el son de las trompetas, temblaba debajo de los pies la tierra; estaban suspensos los corazones de la mirante turba, temiendo unos y esperando otros el bueno o el mal suceso de aquel caso.

Luego, al casarse, cultivaba la tierra como su marido y era poco más que una bestia.

Mi cautiverio he tenido, Señor, por bien empleado, Sólo por ver humillado Hombre a quien nadie ha vencido. Yo iba a ver mi labor Y alejéme, sin pensallo, Donde me llevó el caballo Y a él le llevó el furor. NARV. Pues ¿en qué ibas divertido? ARR. En un largo pensamiento Con que a veces mar y viento, Cielo, fuego y tierra mido.

El estrépito es inenarrable; parece la lucha de cien huracanes. Hasta en mitad del día, los trozos de roca, mezclados con polvo, tierra vegetal y fragmentos de plantas, obscurecen completamente el cielo. Y á veces, siniestros relámpagos producidos por peñascos que dan unos contra otros, brotan de la tiniebla.

56 La tierna y la delicada entre vosotros, que nunca la planta de su pie probó a sentar sobre la tierra, de ternura y delicadeza, su ojo será maligno para con el marido de su seno, y para con su hijo, y para con su hija,