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Que estos son muchísimos, y tienen su Rey, pero que segun sabe de cierto, ellos no han querido salir, porque ahora años hicieron un parlamento, y digeron en él que tenian todo lo que habia menester, y no querian sugetarse al Rey de España. Que ahora tiempo tuvieron estos españoles una campaña con los indios fronterizos, en la que mataron á seis caciques principales y á muchísimos indios.

En los primeros años del siglo XIX comenzó en Sevilla la decadencia de los rosarios nocturnos, que después de los tres años de invasión francesa no volvieron ya á su antiguo esplendor, y disueltas ó extinguidas más tarde las hermandades, sólo queda como menguado recuerdo de aquellos actos de religión, en que nuestros abuelos pasaban el tiempo, el rosario de la aurora, que aún sale tres veces al año de la capilla de la Angustia, en las gradas de la Catedral.

La propiedad, por pequeña que sea, tiene esa virtud, y si es recién adquirida, en más alto grado. ¡Figúrese usted si durante estos días en que tan soberanamente se ha aburrido y tan hermoso se ha mostrado el tiempo, nos hubieran faltado motivos de excursiones y temas de conversación y andamiajes de proyectos!

Otras veces era él quien hablaba, pero brevemente, apoyando sus palabras con gestos afirmativos. Hubo un momento en que pretendió coger las manos de ella, pero Elena se echó atrás con una retracción que denotaba al mismo tiempo repugnancia y altivez.

Copérnico y Galileo fueron los primeros en descubrir y demostrar esas dos grandes verdades astronómicas. Duración del año.= La duración del año, esto es, del tiempo que la Tierra tarda en efectuar una de sus revoluciones alrededor del Sol, ó bien, del tiempo que transcurre entre dos pasos por el mismo equinoccio, es de: 365 días 24 ó 365 días 5 horas 48 minutos y 47 segundos.

Hace tiempo que Pablo Hervieu no publica novelas. ¿Por qué? ¿Obedece este cambio á un sesgo nuevo de su inspiración, ó á una idea de lucro?...

El tiempo pasa... repuso el sacerdote. ¡Ay! dijo el gitano. Y dirigiéndose a Blasillo, porque era él quien, sombrío y abatido, le miraba fijamente: ¡Qué tal! Blasillo, hijo mío, adiós. Nuestros proyectos... ¡Mi comandante! ¡mi pobre comandante! Y lloraba. Mira, si siento dejar la vida, es por ti; te amaba. Yo no le sobreviviré. Niño, ¿no tienes aún mi tartana y mis negros?

Las paredes altísimas, simplemente enjalbegadas de cal, desaparecían en unas piezas bajo filas de cuadros antiguos, y en otras detrás de ricas colgaduras de colores vivos que el tiempo no lograba apagar.

Sólo el señor de las Matas de Arbín se levantó de su silla y con reposado y noble ademán avanzó su copa hasta chocar con la del ingeniero y dijo: Hubo un tiempo, señor, en que delante de estos rudos campesinos, alimentados con castañas y bellotas como las bestias, corrían desbandadas las águilas romanas enviadas por Augusto.

Pero, ¿qué culpa tenían Susana y él si hubo o dejó de haber en la malhadada testamentaría del abuelo? ¡Renunciar a Susana! nunca, aunque en ello se empeñaran el cielo y la tierra juntos. Se amaban hacía tiempo, de lejos, porque las chicas no iban a bailes y no había medio de hablarse, y se decían muchas cosas con los ojos cuando se veían, que las cartitas traducían luego en períodos almibarados.