United States or Tajikistan ? Vote for the TOP Country of the Week !


Todos los jóvenes se deben a su rey y a su patria en estos terribles días en que un miserable extranjero se atreve a conquistar a España. Hijo mío, mucho te amo; pero prefiero verte muerto en los campos de batalla y pisoteado por los caballos franceses a que se diga que el hijo del conde de Rumblar no disparó un tiro en defensa de su patria.

La escolta, los guerrilleros, el doctor, todo el mundo permanecía silencioso. Tantas y tan terribles emociones sugerían a cada cual pensamientos inacabables, que nunca se presentan en la vida ordinaria.

Si yo quisiera podría hacerle mucho daño y hasta arruinarla por completo. Por eso querría tenerme bajo su dependencia; pero se acabó, estoy cansado de esta existencia. ¿Qué terribles secretos hay entonces entre vos y la condesa? dijo Marta con terror fingido . Quizá la señora condesa ha cometido alguna falta y vos la sabéis...

La multitud invadía el muelle para reconocer los heridos, esperando encontrar al padre, al hermano, al hijo o al marido. Presencié escenas de frenética alegría, mezcladas con lances dolorosos y terribles desconsuelos.

Pero él la había visto allí, detrás de aquel árbol, con su gorra de piel y sus terribles ojos fijos en la ventana. Al contar todo esto a Pomerantzev, parecía lleno de un terror que apagaba su voz y se manifestaba también en la agitación de su barba.

Apenas había pronunciado Coletilla estos terribles aforismos, cuando se sintió ruido en la escalera. Eran algunos jóvenes socios del club naciente. Escóndase usted ahí dijo el Doctrino á Coletilla. Estos no le han de ver.

¿Y han ido a Cebre por el médico? Va allá Primitivo. Julián torció el gesto. No hay que asustarse.... Detrás de él van a salir ahora mismo otros dos propios. Quería ir yo en persona, pero Nucha dice que no se queda ahora sin . Lo mejor sería ir yo también por si acaso exclamó Julián . Aunque sea a pie y de noche.... Lanzó don Pedro una de sus terribles y mofadoras carcajadas.

¡Pero, silencio! aquí están las banderillas de fuego, ¡oh! ¡oh!... retrocedes hacia la barrera escarbando la tierra y lanzando aullidos terribles. ¿Qué será, pues, hijo mío, cuando ese bravo chulillo ¡que la Virgen proteja! te hunda en el pecho esas largas flechas adornadas de flores y cubiertas de cohetes y petardos que se encienden como por encantamiento? ¡Toma! ¿no lo decía yo?... ¡Por el alma de mi padre!... ¡el chulillo está destripado! ¡Jesús! ¡magnífica cornada!

Si hubiera hallado una vez la facultad de sonreir, y presentar un rostro alegre, no habría sido el hombre que era. En una de esas terribles noches que hemos tratado vanamente de describir, el ministro se levantó sobresaltado de su asiento. Una nueva idea se le había ocurrido. Podría haber un momento de paz en su alma.

La duquesa, desde el momento, había comprendido la necesidad de avisar al duque de la aparición inesperada del rey y de la no menos extraña desaparición de la reina; pero cuando hubo oído las terribles revelaciones de la condesa de Lemos, vió que era de todo punto imprescindible avisar á Lerma sin perder un segundo.