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El día llegó y los tristes presentimientos, los terrores de las sombras se disiparon en parte. La luz le trajo esperanzas. Mas, las noticias de la tarde fueron terribles; se habló de afusilados y la noche para la joven fué espantosa. En su desesperacion decidió entregarse tan pronto como brillase el día y matarse despues: ¡todo, menos pasar semejantes torturas!

El capellán de la Iglesia-Hospital de la Anunciación, Miguel González Vaquero, hablaba con el dominico Crisóstomo del Peso, de los milagros de doña María Vela, monja de Santa Ana. El capellán gozaba fama de santo. Su palidez cenicienta hacía pensar en terribles austeridades, y a la vez, sus grandes ojos claros emanaban conmovedora dulzura.

El mismo poeta de Les fleurs du mal, explica en el prólogo de las obras de Edgar Poe la causa de la embriaguez del bardo del Horror de una manera clarividente: «Poe no bebía con placer: bebía bárbaramente, como si quisiera matar algo dentro de él mismo». Y después: «Poe creaba personajes terribles o grotescos en medio de una tempestad de alcohol, y para volver a encontrarlos recurría a la bebida.

No se sabe hasta qué punto creerían los melindeños tan enormes exageraciones; pero, como vieron después que los portugueses enviaron al mar de la India poderosas flotas, que eran valientes y terribles, que conquistaron muchos puertos y ciudades, que asolaron no pocas provincias y que iban enseñoreándose de todo, acabaron por creer lo que al principio les habían dicho; a formar de Portugal el más elevado concepto, y a considerar como la mejor política la conservación y el acrecentamiento de la amistad portuguesa.

La madre de Juana... , Campistrón, aunque me eches esas miradas terribles; la madre era cualquier cosa, y la hija tenía á quien parecerse.

¡Terribles crisis de la existencia! ¡Ella se había convertido en mujer, y yo continuaba siendo niño!

Vamos a la de usted, que tampoco es alegre, y hoy menos que nunca». El Director dio un gran suspiro, expresión oficial de sus sentimientos compasivos, e Isidora quedose fría, aguardando terribles noticias. ¡Cómo miraba al buen señor, deletreando en su cara, y qué bien le decía esta que no esperara nada bueno! «Yo quisiera verle... balbució Isidora.

Son los terribles mosquitos del Magdalena que hacen su temida aparición. No corre un hálito de aire, y es necesario buscar un refugio, a riesgo de sofocarse, contra aquellos animales, que en media hora más os postrarían bajo la fiebre. He ahí uno de los momentos de mayor sufrimiento.

La intrépida hembra déjase agarrar, acogotar, por los terribles arpeos que el macho le lanza; y, en efecto, sale impune de la lucha. Ella es la que absorbe al compañero y lo arrastra consigo.

A pedir limosna, si es necesario repuso tranquilamente. ¡Pero eso es una locura! No te precipites... Y con palabra fogosa le puso de manifiesto los terribles inconvenientes de tal resolución. Un hombre puede rodar por cualquier lado, dormir en un desván, al sereno si es necesario; ¡pero una señora y en el estado en que ella se encontraba! La separación era de absoluta necesidad por el momento.