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Esto aumentó el ejército; pero aún debía crecer un poco más aquél, que empezó enano y debía ser gigante terrible, si no por su tamaño, por su fuerza.

No consideró necesario leer las líneas del texto. ¿Para qué?... Sólo un acontecimiento terrible podía obligar á esta señora, tan enemiga suya, á enviarle un telegrama. Ha muerto; efectivamente, ha muerto. Danzaron ante sus ojos las luces del comedor; después se fueron debilitando, como si les faltase la fuerza del fluido. Un velo acuático acababa de correrse entre sus ojos y estas luces.

David, que sabe muy bien de qué lado debe buscar a sus enemigos, les lanza una mirada llena de odio. Procura limpiarse, pero el terrible negro de humo, mezclado con el alquitrán se pega de tal modo, que parece ser el color natural de su piel.

Meñique levantó la cabeza y vio los dos cubos, que eran como dos tanques, de diez pies de alto, y seis pies de un borde a otro. Más fácil le era a Meñique ahogarse en aquellos cubos que cargarlos. ¡Hola! dijo el gigante, abriendo la boca terrible; a la primera ya estás vencido. Haz lo que yo hago, amigo, y cárgame el agua. ¿Y para qué la he de cargar? dijo Meñique.

Le cogió por los hombros y le atrajo hacia , mientras decía: Muchacho, ¡ eres l'enfant terrible! ¡Qué ingenuidad! Pero ¿quién te ha dicho a ti?... Estos. Y puso Paco dos dedos sobre los ojos. ¿Qué has visto? No puede ser. Yo estoy seguro de no haber sido indiscreto. ¿Y ella? Ella... no estoy seguro de que sepa que me gusta. ¡Bah! Estoy seguro yo.... Y más; estoy seguro de que le gustas .

Y él allí; insensible a los arañazos y desprecios de aquel terrible amigo con faldas; indiferente ante los conflictos que la ciega pasión podía provocar en su casa. Quería librarse del deseo y no podía.

Tres eran los teatros que á la sazón había abiertos en Sevilla: el Principal, el de la Misericordia y el de la Feria, y en ellos funcionaban en aquel tiempo tres compañías dramáticas, que entusiasmaban con El terremoto de la Martinica, La terrible noche de un proscrito, Marta la romantina, El campanero de San Pablo.

La satisfacción de su cuñado Antonio al verse en plena libertad para la dirección y aprovechamiento de las obras se aminoró un tanto con una noticia terrible. Gallardo tenía novia.

Ruperta tomó la alpargata. Y el instrumento de muerte, terrible a los coleópteros en manos de aquel hombre, volvió a reposar suspendido en el clavo tradicional. Las horas pasaban lentas en el insomnio, rebelde al cansancio.

Hora por hora anhelaba recuperar todas mis fuerzas para poder partir hacia el sitio señalado a orillas del Serchio, pero me encontraba detenido dentro de aquellas estrechas habitaciones por mi terrible debilidad.