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Sois demasiado buena señora; ¡pero habría deseado tanto poder quedarme aquí! dijo, mirando al cura que volvió la cara a otro lado. ¿Por qué partís? continuó. ¿Por qué queréis llevarnos a Pablo y a ? Porque sólo en París podréis terminar seria y útilmente vuestros estudios. Pablo se preparará para los exámenes de Saint-Cyr, pues quiere ser soldado. Y yo también, señora, quiero serlo.

Yo creo que es la resolucion para emprender, y la constancia para proseguir y terminar. Despues del genio y de la honradez, me parece que aquellas dos virtudes son las más elevadas y trascendentales del mundo. Con resolucion hay casi todo.

Pero entonces hacía falta otra cosa. ¿Aquel vacío de su corazón iba a llenarse? Aquella vida sin alicientes, negra en lo pasado, negra en lo porvenir, inútil, rodeada de inconvenientes y necedades ¿iba a terminar? Como si fuera un estallido, sintió dentro de la cabeza un «» tremendo que se deshizo en chispas brillantes dentro del cerebro.

Sólo al terminar y ofrecerle de nuevo el periódico, la encontró ligeramente pálida. ¿Por qué me mandas leer esto?... No entiendo... Voy a explicártelo repuso Gonzalo con acento de ira concentrada, recalcando mucho las sílabas. Te he mandado leer esto, porque el mandarín de que aquí se trata, es el duque de Tornos, la china eres , y el chino yo... ¿Lo entiendes ahora?

Al terminar el peinado comenzó el arreglo del rostro. ¡Oh estupideces de la moda! A las dos incomodábalas su color pálido de arroz, aquel color puramente valenciano que hace recordar las delicadas tintas de la camelia.

El asunto preocupaba hondamente á los labradores. Vagamente todos sentían que una transformación inmensa, completa, se iba á operar pronto en Laviana. El mundo antiguo, un mundo silencioso y patriarcal que había durado miles de años, iba á terminar, y otro mundo, un mundo nuevo, ruidoso, industrial y traficante, se posesionaría de aquellas verdes praderas y de aquellas altas montañas.

Quiere decir que yo me encuentro en la calle le dije al oírle terminar su relación. ¡Oh, no! ¿cree usted que don Eleazar es hombre de despedirlo por cosas de tan poca monta?... No.

Varias cargas afortunadas y dos heridas más «de suerte» le dieron algún renombre. Al terminar la guerra contaba con numerosos amigos entre la oficialidad noble, y fué presentado con los salones más aristocráticos. Una noche, en el baile de una gran duquesa, vió de cerca á la mujer de moda, á la joven que más daba que hablar en aquel invierno á las gentes de la corte: la princesa Lubimoff.

Al terminar el silbido, se le figuró que la cama se levantaba por la parte de los pies. La cabeza se le iba hundiendo. Veía sus pies allá arriba. Esto le produjo fuerte congoja. Dió un gran suspiro, y los pies volvieron a su nivel. Mas en seguida tornaban poco a poco a levantarse y la cabeza a hundirse. Era necesario dar grandes suspiros para restablecerlos en su sitio.

Deseaban terminar pronto y estaban seguros del triunfo. ¿Para qué hacer uso de procedimientos nuevos?... Pero lo del Marne torció sus planes: de agresores tuvieron que pasar á la defensiva, y entonces emplearon todo lo que su Estado Mayor había aprendido en las campañas de japoneses y rusos, iniciándose la guerra de trincheras, la lucha subterránea, que es lógica, por el alcance y la cantidad de disparos del armamento moderno.