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Y, en último caso, si el mundo nos causa espanto, permanecemos en casa. ¡Permanecer siempre en casa! ¡bonito porvenir! ¿Imagináis, por ventura, que han de venir las mujeres a buscarme a domicilio, en el estado en que me encuentro? ¡Os casaréis! He conocido a un teniente de coraceros que había perdido un brazo, una pierna y un ojo.

Estando una tarde Vázquez de visita, recibieron del campamento de Mendoza la fotografía de los oficiales del cuerpo, que les enviaba Ignacio, últimamente ascendido a teniente primero.

En los bailes de Carnaval había conocido a Fernando, un teniente de artillería, esbelto, con cintura de señorita, que en el teatro, durante los entreactos, rondaba por cerca de sus butacas buscando ocasión de saludarla con gracia marcial que encantaba a Amparito.

El indomable teniente paseó largo rato su furor por las calles, animando con vivas interjecciones a sus huestes, lanzándolas en persecución de los rebeldes como un cazador lanza su jauría en persecución de un venado.

Comandaba dicha expedicion el Maestre de Campo D. Manuel de Pinazo, y la escoltaba el capitan D. Juan de Serdens, con un destacamento, que se componia de un teniente, un alferez, tres sargentos, tres cabos, un tambor y 65 dragones.

Cuando el Rey no asistía se trocaba el orden, y entonces podía sentarse en el piso tercero de las casas que arriman a la Panadería, cerca de los caballerizos de S. M., de algunos oficiales mayores de Estado, los médicos de Cámara y el teniente de acemilero mayor .

Vengan ustedes, señoritas murmuró el teniente, creyendo que se trataba de convidar a la familia García. No, estas señoras no quieren nada se apresuró a advertir la madre, clavando a su hijo a la puerta del café con una mirada elocuentísima.

Si en su mano estuviera trasformaría inmediatamente en ciervo a aquel nuevo Acteón. Acá, para inter nos, es posible que prefiriese trasformarle primeramente en marido, sin perjuicio de acudir más adelante a la metamorfosis clásica... Pero Rubio, el teniente de la tercera, conoce perfectamente el valor de estos gritos y estos apóstrofes.

¡Ahora salimos con esas! dijo el albañil, escandalizado . ¿También eres de los que piden tales horrores? Paece mentira... con los libros que llevas leídos. ¿Y el orden, muchacho? Sin orden no se pue vivir. Me acuerdo que esto lo explicaba muy bien un teniente viejo que teníamos en la Guardia civil.

«La Generala», que llevaba la cuenta de todos los militares de cierta notoriedad llegados á Monte-Carlo, había querido conocer á este teniente, tomándolo luego bajo su protección.