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Como quien vuelve a la patria, Ana sintió lágrimas de ternura en los ojos. ¡Pero qué triste era lo que la decía el templo hablando con bóvedas, pilares, cristalerías, naves, capillas... hablando con todo lo que contenía a los recuerdos de la Regenta!...

El Cojuelo le dijo: Ya por aquella torre que descubrimos desde tan lejos discurrirás que esa bellísima fábrica que está arrimada a ella es la Iglesia Mayor y mayor templo de cuantos fabricó la antigüedad ni el siglo de agora reconoce.

Pepe Vera no había cesado de seguir los pasos de María; y como era favorito del público, le había sido fácil penetrar en lo interior del templo de las Musas, no obstante la enemistad que estas han jurado a las corridas de toros. María salía a la escena, al ruido de los aplausos, cuando se dio de manos a boca en el vestuario con Pepe Vera y algunos otros jóvenes.

7 Y dijo David a Salomón: Hijo mío, en mi corazón tuve el edificar templo al nombre del SE

En todo el templo no se ve otra cosa que mármol, jaspes preciosos, Ticianos, Sansovinos; la forma de la iglesia es circular, soberbia cúpula, cuadros de Jordan.

Una gran rotunda con frescos y bellos relieves cubre el salon principal, sostenida por ocho gruesas columnas de granito, y los mármoles y jaspes están prodigados en el pavimento y los muros para dar á ese «templo de la justicia» una majestad imponente.

El aire es tibio, el cielo casi diáfano... Allá abajo, al extremo del camino, yérguese un viejo fantasma de paredón, resto de algún vetusto templo.

10 Y tomé el librito de la mano del ángel, y lo devoré; y era dulce en mi boca como la miel; y cuando lo hube devorado, fue amargo mi vientre. 1 Y me fue dada una caña semejante a una vara, y se me dijo: Levántate, y mide el templo de Dios, y el altar, y a los que adoran en él.

Era necesario contestar, y Francisco Montiño, en su contestación, se templó al tono de la carta de su hermano: «He recibido la noticia le decía de que tu mujer ha dado á luz una criatura, y me alegro de ello cuanto puedas alegrarte

Oh, , aquello era mejor; sin perjuicio de continuar en el templo la buena tarea comenzada, para dar a Dios lo que era de Dios, Ana aceptaba aquella amistad piadosa que se ofrecía a oír sus confidencias, a dar consejos, a consolarla en la aridez de alma que la atormentaba a menudo.