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Llevaban coronas de cebollas, ajos, puerros y otras hortalizas de aroma desagradable y violento; dos lechuzas, varios muciérlagos y otros avechuchos temerosos y repulsivos, a fin de arrojar las coronas sobre el autor y soltar sobre la sala las nocturnas aves, en la coyuntura propicia. Los estudiantes habían determinado que lo más divertido era fingir grandes extremos de entusiasmo.

Me parece, señora serrana, que aquí no hay negruras que maten ni asusten a ciertos corazoncitos temerosos y delicados... Bien claro, abierto, luminoso y variado es por donde quiera que se mire todo ello... Vamos, diga usted que o que no, como Cristo nos enseña. ¿E de zu mercé la vega tamién? preguntó Catana a su amo, en lugar de responderle.

No obstante, el cazador Materne, antes de regresar a los parapetos, quiso convencerse de ello; y acercándose cuanto le fue posible al barranco, acompañado de su hijo Kasper y de otros varios, se apoyó en un árbol y apuntó con lentitud hacia el oficial de los bigotes rubios. Cuantos presenciaron la escena contuvieron la respiración, temerosos de que fracasara la prueba.

Corbaran les siguió con parte de la caballería; pero como los caballos de los turcos estaban desembarazados, y los nuestros cargados con el peso de las armas, llegaron á la falda del monte á tiempo que los Turcos temerosos y cuidadosos solo de sus vidas, habian dejado los caballos, y mejorándose de puesto, porque tomaron los altos de donde mejor se podian guardar y ofender, impidiendo la subida á sus enemigos.

Los españoles ponen redondas piedras como balas; y despues de estas amenazas de unos y otros, estan constantemente hallando los indios en aquel propio sitio del cerro, varios papeles, ó cartas puestas en una estaca, cosa que tiene á los indios consternados, pues ni se atreven á quitarlos, ni se apartan de allí, manteniéndose en continua vigilancia, temerosos que algun papel de estos salga entra ellos, y en manos de nosotros.

Los arqueros habían limpiado de enemigos la proa y popa de ambas galeras, pero los piratas éstos atacaron en gran número el centro del Galeón, cayendo con furia por ambos costados sobre los marinos y hombres de armas y luchando con ellos cuerpo á cuerpo, en confusión tal que los soldados y marineros situados en las cofas no se atrevían á lanzar dardos ni peñascos, temerosos de herir y aplastar á sus propios compañeros.

Los enemigos, viendo el campo roto, Siguieron la victoria tan gozosos, Cual suele el cazador ir por el coto, Matando los conejos temerosos. Cual indio espada, alfange lleva boto De herir y matar, cual los mohosos Cañones de arcabuz lleva bañados De sangre con los sesos misturados.

Los paisanos, temerosos de la venganza, no dieron declaraciones muy explícitas. Martinán, cuya herida cicatrizó antes de los treinta días, no por temor, sino por motivos puramente dialécticos, tampoco quiso declarar contra su agresor. ¿Qué gano yo con que él vaya á presidio? ¿Lo sufrido no está sufrido? ¿Podrá alguien quitármelo?... ¡Pues entonces!... Miseria humana.

La turbacion y priesa yo decilla, Aunque quiera hacer un largo canto, No podré: cabalgaba uno sin silla, El otro aunque con silla con espanto, El otro iba sin freno en su baquilla, El pecador temía, y el mas santo: Al fin todos estaban temerosos, Y de futuros males recelosos.

Alborotados los de tropa, salieron en confusión de la Feria á la Alameda, y durante todo el trayecto insultaron y apalearon á algunos inocentes transeuntes, apedrearon varias casas y causaron varios destrozos, dispersándose luego temerosos de las consecuencias que les esperaban.