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La directora lo toma todo en serio, hasta las cosas serias; en este momento repasa una carta, cuyos términos no son muy de su agrado. El timbre del teléfono, instalado junto al tintero, tintinea. La directora coge el auricular y, como se hace cuando se telefona, mira vagamente al plinto que hay frente a ella.

Avise usted por teléfono que luego iré.... No, diga usted que no voy, que no me esperen á comer. Iré á la noche. ¿Pero, qué hace usted ahí parado, mirándome como un bobo?... ¡Eh, alto! no se vaya usted tan pronto. A ver, ¡que suba el Capi! Llame usted á don Matías. ¡En seguida; listo!... Goicochea salió del despacho temblando, al pensar en el día que le esperaba.

La impaciencia arrastraba á Ulises hasta su hotel, para implorar las luces del portero. Este, animado por la esperanza de un nuevo billete, hacía sonar el teléfono y preguntaba á los criados de los pisos superiores. Luego una sonrisa triste y obsequiosa, como si lamentase sus propias palabras: «La signora no está. La signora ha pasado la noche fuera del albergo.» Y Ferragut partía furioso.

Oigo a Celestina murmurar algo sobre San José, y comprendo. Aquella mujer, ferviente del celibato, está ya al corriente de la historia de la oración de la abuela y protesta a su modo. ¡Dichoso país, donde las noticias se propagan con tal facilidad! Verdaderamente, nos sobra el teléfono. Esta tarde, en las vísperas, había poca gente, a pesar del atractivo de un predicador forastero.

Preséntese usted a mamá y venga a casa pronto. Mamá recibe dos veces a la semana. La misma decoración del cuadro primero. Manolita sola, entrando en el cuarto del teléfono y cerrando al entrar. Hoy estoy muy mal de salud. Estoy furiosa. Mamá, sin creer en mi mal, se largó tranquilamente a su tertulia. Como no comí a la mesa, a poco de irse mamá tuve mucha hambre y vengo de cenar.

Por aquí no hay más novedad, sino que tu Tata no se siente bien desde el viernes, pero no es cosa de cuidado; todos te extrañan mucho y están deseando que vuelvas; Clota ha llamado varias veces por teléfono para pedir noticias y dice que no ha recibido cartas tuyas como nosotros tampoco las hemos recibido, ¿qué es eso? ¿por qué no escribes?

No se extrañe, pues, que importemos en España filosofía como importamos las invenciones mencionadas. Conviene, no obstante, hacer una distinción. Tomemos para ejemplo cualquiera de los precitados artificios: el teléfono, pongamos por caso. Su utilidad y su realidad se hallan tan probadas, que no hay medio de que nos engañemos.

Hace dos noches, el dueño del ingenio "Hatillo", decía por teléfono al general Mendieta que más de mil hombres rodeaban su finca, y al llamar el general al capitán jefe del destacamento de ese ingenio y preguntarle lo que hubiera de cierto en lo dicho por el propietario de la finca, aquel militar respondió que era inexacto, toda vez que solo había tenido unos cuantos tiros con una pequeña partida que merodeaba por aquellos lugares.

Las han perdido las bibliotecas públicas, la Prensa, el agua corriente, los hoteles cosmopolitas, el telégrafo, el teléfono, los teatros, que, de lugares de solaz, van convirtiéndose en vehículos de ideas pecaminosas, y tantas otras invenciones de este siglo maldito. Nuestra derrota demuestra que nosotros no tenemos nada que ver con esta época de disolución social.

Su mamá la consolaba. Su papá fue a hablar él mismo por el teléfono, a reprender al médico y a mandarle, muy enojado, que viniese en seguida a ver a Lita. Hubo todavía que esperar un buen rato. La mamá hizo rezar a Lita sus oraciones de la mañana y le besaba las manitas. Después la hizo desayunarse con una gran taza de chocolate. Y el médico vino al fin.