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Si te hubiese abandonado después de recibir la bendición de un hombre ante un altar, te mostrarías satisfecho y la recibirías con los brazos abiertos tantas veces como viniera a verte. Te abandonó para ser engañada, para caer en la miseria y la vergüenza; y viéndola infeliz, ¿no merece tu conmiseración, más aún que si la vieses dichosa?

Sin gritos ni blasfemias como los demás, me da unos pellizquitos de monja que me deja el cuerpo negro como el cordobán... Y el angelito mientras tanto sonríe y me pregunta con mimo: «¿Qué tienes, hija mía? ¿Te he hecho daño?» ¡Maldita sea su estampa!... Como cuáles son los sagrarios que recorre, muchas veces mando á un chico á buscarlo. ¿Crees que se viene para casa ó que se enfada? ¡Na!

Si se ha cometido un crimen no has sido el autor. Así lo he asegurado á tu madre y á tu hermana cuya desesperación he logrado apaciguar temporalmente. Así lo he declarado á uno de los magistrados que estudiaron tu causa, que te creía culpable y á quien he hecho dudar con mis afirmaciones.

Ya no estás en la cama, ya estás casi bueno. ¿Cómo te sientes de fuerzas? Di: ¿toreamos o no? Tienes todo lo que queda de invierno para ponerte fuerte. ¿Se admiten contratas o renuncias este año a torear?...

Detúvose ante la Nela para obsequiarla con sus miradas. ¿No habría sido más razonable añadió que en vez de meternos en la casa a esta pobre muchacha, hubiera organizado mi hijita una de esas útiles solemnidades que se estilan en la corte, y en las cuales sabe mostrar sus buenos sentimientos lo más selecto de la sociedad? ¿Por qué no te ocurrió celebrar una rifa?

Al fin la cuarta se quedó. ¡Y qué lindamente comenzó a chupar el ángel mío! Me costaba trabajo no saltar de alegría... ¡como me cuesta ahora!... Pero seamos graves... seamos graves y cargantes como el señor conde... Dime, fastidioso, ¿cómo te has arreglado para traerla? Cuéntame. ¡Qué cara tenías ayer noche al abrir la puerta del salón! La cosa no era para menos.

Los ojos aterciopelados de la tabernera brillaron con cólera y, dando á sus palabras acento despreciativo, profirió: Te he dicho ya dos veces que no me da la gana. ¿No te has enterado aún? Si lo quieres por escrito, trae pluma y papel y te entregaré en seguida el documento. Velázquez se puso rojo de vergüenza. Quiso responder, pero la palabra expiró en sus labios.

Debemos ser parientes dijo ella. Es muy posible repuse yo. Pues si eres algo pariente mío, no te choque que te hable de , porque a me pareces todavía un chiquillo. Yo, completamente confundido y turbado, le dije que me alegraría de esta confianza por su parte.

Además dijo entre dientes, he prometido dos centavos a San Antonio si sale bien la gran merienda. Esa gran merienda de que habla Celestina con énfasis, es un simple que todos los años, el 25 de noviembre, ofrece la abuela a sus amigas y a las mías solteras.

¡Ay!, no me podías decir nada manifestó la joven dándose un lengüetazo en los labios, que se le secaban más todavía , nada que me fuera más antipático, más... Yo lo comprendo... Si no te has de morir dijo Fortunata irguiéndose con brío, en son de protesta . ¡Si te pondrás bueno...! Feijoo había cerrado los ojos, y se sonreía en las tinieblas de su meditación. La chulita callaba mirándole.