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Rafael vivía envuelto en aquel mismo ambiente tibio y suave del hogar honrado, que una tarde, paseando por Valencia, le mostró don Andrés como esperanza risueña si quería volver la espalda a la locura. Tenía mujer e hijos; era rico.

Aixa y el morisco se levantaron y, en medio del tapiz, con el rostro hacia el naciente, sacerdotales, hieráticos, realizaron las cuatro prosternaciones del azala de la tarde.

Llovía una tarde; el cielo plomizo parecía rozar los tejados de las casas; en el salón había una luz difusa de bodega. Tocaban casi a tientas, avanzando las cabezas para leer en la mancha blanca de la partitura.

Llegado que fue el próximo domingo, Ramiro se engalanó como nunca y, a las tres de la tarde, fuese a visitar a don Alonso. La sangre, la imaginación, el orgullo tiraban en un solo sentido como los trapos de una barca en el viento.

Era ya tarde: los quinqués habían llegado al tercer período de su reverberación dificultosa, es decir, estaban en los instantes precursores de su completo aniquilamiento, y las mechas despedían humo más hediondo y abundante. Uno de los mozos se había marchado á dormir; otro roncaba junto á la puerta, y el tercero había salido con los parroquianos.

La naturaleza tiene en cada hora sus encantos distintos, porque en cada una tiene sus misterios de vida y amor, según el modo como la acaricia esa maga divina que se llama la Luz. Así, nosotros teníamos avidez de admirar, tanto en las últimas horas de la tarde como en las primeras de la mañana.

A las cuatro de la tarde llegó á este sitio el cacique Caullaman con 20 indios é indias, con el fin de hablarnos. Dia 23.

Una tarde fue con ellos a la prueba de luces en una soberbia casa, donde a la noche debía verificarse una gran fiesta. ¡Cuánta magnificencia contemplaron sus ojos! Jamás vio cosa igual. Cada salón era un prodigio del arte o un camarín de la molicie.

Una tarde, después de almorzar, en que pasaba por lo de Arrizabalaga, había sentido loco deseo de verla. Su dicha fué completa, pues la halló sola, en batón, y los rizos sobre las mejillas. Como Nébel la retuvo contra la pared, ella, riendo y cortada, se recostó en el muro.

El interés religioso es en este período de transicion el mas postergado por las naciones cristianas, y la católica España, si no pierde de vista completamente los deberes que su le impone, parece al menos no curarse de ellos sino de tarde en tarde, cuando puede utilizarlos como derechos en pró de su ambicion particular.