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«En esta ciudad se prendieron algunos carniceros y juntamente con ellos á los cobradores de sus tablas porque introducian y vendían la carne de oveja por de carnero conque vbo vna destrucción muy grande y algunas paridas se murieron de comer dicha carne y á los enfermos que se les lleuaua y la comian se morían algunos y otros eran tantos los cursos que hacían que perdían el sentido y no se sabía á que atribuir.

No piense vuestra merced darme papilla, porque por Dios que no soy nada blanco. ¡Bueno es que quiera darme vuestra merced a entender que todo aquello que estos buenos libros dicen sea disparates y mentiras, estando impreso con licencia de los señores del Consejo Real, como si ellos fueran gente que habían de dejar imprimir tanta mentira junta, y tantas batallas y tantos encantamentos que quitan el juicio!

Así comprendemos sin esfuerzo el desarrollo de muchos dramas españoles, que á los observadores superficiales parecerá acaso inmotivado; y ciertos cambios repentinos en los caracteres de los personajes, que á primera vista se atribuirían á extravagancia de sus poetas, nos los explicamos como otros tantos rasgos ocultos del carácter nacional.

En esta coyuntura vino un mensajero de Cambaripa, pidiéndole le diese de su parte, si pudiese hallar algún pronto y eficaz remedio á su ruina, y á la de aquellos sus vasallos, porque no tenía tiempo para detener ó resistir á un mismo tiempo á tantos enemigos ni de buscar escape á su vida con la fuga, por estar mal herido de los contrarios.

Y, puesto que el principal intento de semejantes libros sea el deleitar, no yo cómo puedan conseguirle, yendo llenos de tantos y tan desaforados disparates; que el deleite que en el alma se concibe ha de ser de la hermosura y concordancia que vee o contempla en las cosas que la vista o la imaginación le ponen delante; y toda cosa que tiene en fealdad y descompostura no nos puede causar contento alguno.

El Océano tiene para tantos recuerdos, nos conocemos tanto, y me son tan familiares sus manifestaciones, que siempre que tras algún tiempo contemplo su grandiosidad, experimento un indescriptible placer. El Océano constituye una verdadera necesidad de mi vida.

A mi edad, y después de una tan larga ausencia, casi no podía esperar volver a verle. ¡Loado sea Dios por la nueva gracia que me ha concedido!... Pero no crea usted que la Providencia no haya tenido sus motivos para salvarle de tantos peligros.

Hullin, que no sabía casi nada de Historia, estaba admirado de que el loco conociese tantos nombres. ¡Bah, dejemos eso, Yégof le dijo , y come un poco de sopa para que te calientes el estómago!

Los que trataron a Segunda en su edad de oro, apenas la conocían ya, porque su cara estaba toda llena de costurones, y en el cuello y quijada inferior llevaba unas rúbricas que daban fe de otros tantos abcesos tratados quirúrgicamente.

La bóveda del presbiterio es del mismo material, y es asombroso el ver cómo ha resistido á tantos y tantos temblores de tierra como se han sucedido desde que fué edificada. Entre los objetos que posee esta iglesia, hay una campanita en la que se lee perfectamente el año 1600. El altar mayor, de tres cuerpos y de orden compuesto, es exactamente igual al de San Francisco de Manila.