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Descendiendo sin cesar y creciendo constantemente, el arroyo se vuelve estrepitoso; cerca del nacimiento apenas si su arrullo era perceptible; en ciertos puntos, para oir el susurro de las aguas es preciso prestar mucha atención, escuchando de un modo indefinido el pequeño estremecimiento de la hierba y el choque insensible contra las pequeñas piedras; pero he aquí que el pequeño arroyo habla con voz clara, luego se hace ruidoso, y cuando corre por rápidas pendientes ó se arroja en cascadas, su ruido lo repercuten los ecos del bosque y las concavidades del monte.

La palmera avergonzada huye de , se oculta en el Oasis, y en el susurro de sus hojas parece que se burla de la temeridad mía. Sus altas rocas, custodios de la frontera del desierto, vuelven sobre su faz negra y torva, repiten la carrera de mi caballo, y parece que me amenazan así. "El insensato, ¿dónde va?

¡Ah, ingrato! susurró Butrón Corro a traértelo. Y de nuevo se fue como había venido, de puntillas, sonriendo a todos, haciendo muchos ademanes para que nadie se incomodara, y dejando al tío Frasquito estupefacto... ¡Oh!, pues lo que es a él no se la pegaban... ¿Currita a las cuatro en casa de Butrón y avisando antes a Jacobo?... Algo gordo sucedía cuando el prudente Mentor, el joven Telémaco y la invulnerable Calipso se avistaban en secreto, con la extraña circunstancia de acudir la dama a casa del caballero, y no los caballeros al palacio de la dama, como parecían dictar las más elementales leyes de la galantería.

Se diría que madre é hija estaban comunicando su calor vital á la naturaleza medio congelada del joven eclesiástico. Los tres formaban una cadena eléctrica. ¡Ministro! susurró la pequeña Perla. ¿Qué deseas decir, niña? le preguntó el Sr. Dimmesdale. ¿Quieres estar aquí mañana al mediodía con mi madre y conmigo? preguntó Perla.

Hallábase Moreno contemplando una imagen yacente, encerrada en lujosa urna de cristal, cuando sintió a su lado este susurro: «Bonita efigie ¿verdad? Es el Cristo que sacamos en la procesión del Santo Entierro». Volviose y vio a su lado a Estupiñá, calado hasta las orejas el gorro negro de punto, señalando la imagen con gesto de cicerone.

¡Ay Isidora! ¿Qué significó ese susurro de carcajadas que sentiste dentro de ti?... ¿Era que empezaba a comprender la posibilidad de consolarse sin renunciar a sus ideas? ¡Oh, no! Antes morir que abandonar sus sagrados derechos. «¡Las leyes! pensó . ¿Para qué son las leyes?». Esta idea le infundió algún contento.

Estaba junto á su mamá y llegaban hasta ella algunas de sus palabras como un lejano susurro. Pepita comprendió que su madre hablaba de una carta que debía interesarla mucho, á juzgar por las veces que la nombró. La joven púsose á temblar pensando en las que tenía ocultas, como una prueba de delito, allá en su hotel de Las Arenas.

¡Sálvame, amor mío! seguía gimiendo el susurro implorante . Olvida quién soy... Piensa únicamente en la de Nápoles... en la que conociste en Pompeya... Acuérdate de nuestra felicidad á solas, de las veces que me juraste no abandonarme nunca... ¡ eres un caballero! Calló un momento la voz. Ferragut oyó pasos al otro lado de la puerta. Tòni cumplía sus órdenes.