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Doña Paca, suspirando con toda su alma, entre un bocado y otro, expresó en esta forma las ideas que bullían en su mente: «Dime, Nina, entre tantas cosas raras, incomprensibles, qué hay en el mundo, ¿no habría un medio, una forma... no cómo decirlo, un sortilegio por el cual nosotras pudiéramos pasar de la escasez a la abundancia; por el cual todo eso que en el mundo está de más en tantas manos avarientas, viniese a las nuestras que nada poseen?

En resolución: así como Sancho vio a las labradoras, a paso tirado volvió a buscar a su señor don Quijote, y hallóle suspirando y diciendo mil amorosas lamentaciones. Como don Quijote le vio, le dijo: ¿Qué hay, Sancho amigo? ¿Podré señalar este día con piedra blanca, o con negra?

Luego, hasta las más adustas acababan por perdonarlas. «Unas locas estas Maxeville.... ¡Pero tan buenasTodos conocían su existencia en un quinto piso, sin otra servidumbre que una vieja doméstica que hacía oficios de madre, suspirando al recordar las extinguidas grandezas de Su Excelencia el ministro plenipotenciario.

Ella siguió suspirando. «Oh, novio! ¡Siempre!... ¡Vivir siempre juntos; más allá de la vida; más allá de la muerte!...» Recordaba el último abrazo del caballero Tristán y la hermosa reina Iseo; una caricia eterna, infinita, que el gran mago no había envuelto en el misterio de su música estremecedora.

Sentóse sobre un tronco, suspirando. Y se quedó absorto, mirando correr las olas, que se perseguían las unas a las otras, encrespadas de furor, e iban a morir mansamente a sus pies... La lucha interna seguía, entretanto.

¡Oh arroyuelo! ¡Oh loco y fastidioso arroyuelo! exclamó Perla después de prestar oído un rato á sus murmullos. ¿Por qué estás tan triste? ¡Cobra ánimo y no estés todo el tiempo suspirando y murmurando!

Para que usted lo sepa, somos parientes de la Santa Virgen, nada menos; y en prueba de ello, una de mis abuelas, cuando rezaba el rosario con sus criadas, según la buena costumbre española... Costumbre que se va perdiendo interrumpió suspirando la marquesa. Decía prosiguió Rafael : «Dios te salve MARÍA, prima y señora mía», y los criados respondían: «Santa MARÍA, prima y señora de usía

¡, la condesa! dijo el aya suspirando . Me echará del castillo así que sepa lo que acabáis de decirme. ¡Echaros! exclamó el intendente con una sonrisa de desprecio . La condesa se pondrá furiosa y os injuriará probablemente; pero no temáis nada; haga y diga lo que quiera, tendrá que someterse a mi voluntad. Poseo medios infalibles para vencer su resistencia.

Financieramente la puede arruinar, eso es cierto observé suspirando. Pero lee esto, viejo y le di la extraña carta de Mabel. ¡Buen Dios! tartamudeó cuando la hubo leído, tiene un terror mortal a esta gente, no puede dudarse. Para escapar de ellos y de ti, ha huido... a Liverpool, para luego embarcarse con rumbo a América, quizá.

Si pudiéramos fijar una fecha, aunque fuese lejana, yo sería la primera en gloriarme de su elección de usted, amigo mío... Pero piense en el ridículo de esta novia sempiterna suspirando por el casamiento... El ridículo es lo que más temo en el mundo... Yo no veo el ridículo... Luciana hizo un gesto nervioso. Las mujeres lo vemos así dijo.