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La sana moral se cimenta en una base de razón; cuando esta base falta, la moral enseñada resultará como un árbol sin raíz y sin vida. No es posible que la escuela sin Dios, ni la otra con Dios pueda hacer germinar la semilla moral en el terreno preparado por la escuela de la superstición, de la magia y del sortilegio: hay que preparar el terreno cultivando la razón y creando el sentido lógico.

Además, ¡quién podía saber si lo que ella decía era cierto!... La tendencia á la superstición que acompaña á los jugadores, el ambiente del Casino, la misma suerte de Alicia, habían acabado por influir en la incredulidad del príncipe. Pretendía vengarse de estas largas esperas y de su indiferencia contemplándola con ojos despiadados. ¡Qué fea está!...

¡Dios mío, si será!... Sin querer confesárselo, sintió un remordimiento por lo que acababa de pensar, y la superstición le hizo creer que su hijo nacía en el mismo instante en que el padre renegaba en cierto modo de él y de su madre. ¡Alma de mi alma! gritó Bonis, echándose de un salto al suelo ; ¡sería eso como nacer huérfano de padre! ¡Hijo mío! ¡Emma, Emma, mujercita mía!

Un poco de superstición, un mucho de ansia de fenómenos estupendos y nunca vistos, y otro tanto de curiosidad, la impulsaron a pedir al marroquí explicaciones concretas de su ciencia o arte de magia, pues esto había de ser seguramente. Díjole el ciego que todo consistía en saber el arte y modo de pedir lo que se quisiera a un ser llamado Samdai. «¿Y quién es ese caballero? El Rey de baixo terra.

De acuerdo con los que han estudiado la mentalidad de la mayoría de nuestro pueblo, resulta evidente que la superstición es el enemigo que tenemos que combatir, que ella es la causa de los errores morales que observamos.

Se apearon y los tres entraron. Uno de ellos era de buena estatura y a todos infundía un respeto que más bien parecía miedo o superstición. El cura se arrodilló delante de él y le besó la mano. Tenía mucha jaqueca y ningún apetito. Subió, encerrose en la habitación que se lo tenía preparada.

Con la superstición común á su clase, se imaginaba entregado á un demonio para que le atormentara con sueños espantosos, con pensamientos terribles, con el aguijón del remordimiento, y con la creencia de que no será perdonado, todo como anticipación de lo que le espera más allá de la tumba.

Pero el pensamiento de Melisa se sobrepuso en él, y en la noche de su primer encuentro, y tal vez con la superstición perdonable de que la mera casualidad no había guiado sus pies hacia la escuela, y con la conciencia satisfecha de la rara magnanimidad de su acción, venció su antipatía y se avistó con el reverendo. Mac Sangley se alegró de la visita en grado sumo.

La carta para el concejo de Sevilla comenzaba en esta forma: «Sepades que Nos catando en nuestros reinos i señoríos avia i ay algunos malos cristianos, apóstatas i herejes i confesos: los cuales, no embargante que recibieron el sacramento del baptismo, i fueron baptizados, i tienen nombre de cristianos, se han tornado i convertido i se tornan i convierten á la secta i supersticion i perfidia de los judíos &c.

Había en aquella superstición cierta grandeza trágica entre cristiana y gentílica.