United States or São Tomé and Príncipe ? Vote for the TOP Country of the Week !


Gallardo, estupefacto ante su obra, inclinaba la cabeza bajo el chaparrón de insultos y amenazas. «¡Mardita sea la suerte!...» Había entrado a matar lo mismo que en sus buenos tiempos, dominando la impresión nerviosa que le hacía volver la cara como si no pudiese soportar la vista de la fiera que se le venía encima.

Canta, pero no la oímos bien... No; no se acerque: la vamos a espantar como el otro día... Bueno; que le vaya a usted bien: mucha suerte.

Pues tan comedido como con los teatros, he de ser, poco más o menos, con todas las demás cosas. Ni pudiera ser de otra suerte; en política, sobre todo, y en puntos que atañen al gobierno, ¿qué pudiera hacer un periodista sino alabar?

Y en cuanto a Timoclea, tan ensalzada por Plutarco, y a la que el macedón Alejandro concedió su admiración, todavía doña Inés tenía más que criticar, porque Timoclea, durante el saco de Tebas, no acertó a defenderse del capitán de los tracios, y sólo después le mató arrojándole a un pozo, porque aquel bárbaro le pidió dinero; de suerte que, si se lo hubiera dado, en vez de pedírselo, él hubiera quedado vivo y la anterior violencia impune.

Atilio y el príncipe vieron á Lewis de pie ante el mostrador, bebiendo uno de aquellos whiskys que serenaban su ánimo y le permitían reanudar las retorcidas combinaciones que habían de devolverle su herencia paterna y restaurar su castillo. Le llamaron para enterarse de la suerte de la duquesa. Lewis se encogió de hombros con una expresión de escándalo y de protesta.

Ahora, con el compañero Lenine y la bandera roja, no llega nada, absolutamente nada. No conozco siquiera la suerte de mis casas, de mis campos, de las minas... Nada tampoco de los que administraban allá mi fortuna. Sin duda los han asesinado... El coronel levantó los ojos al techo: «¡La revolución!... ¡La falta de un amo

Se trataba del relato lúgubre de las hazañas de la Aretusa, navío de 74 cañones, cantado en tono menor, cuya melodía terminaba con un estribillo prolongado al fin de cada estrofa. Era de ver a Jack meciendo en sus brazos a La Suerte con el movimiento de un buque y entonando esta canción de sus tiempos de fidelidad.

El caballero no es otro que Florencio, amante de Nicea, inventor de esta treta, para estar al lado de su amada y guardarla de las asechanzas del Príncipe; pero éste sabe pronto que es su rival, y se ingenia de suerte, que lo hace salir de la casa.

Si no, ¿cuál de los vivientes habrá en el mundo que ahora por la puerta deste castillo entrara, y de la suerte que estamos nos viere, que juzgue y crea que nosotros somos quien somos? ¿Quién podrá decir que esta señora que está a mi lado es la gran reina que todos sabemos, y que yo soy aquel Caballero de la Triste Figura que anda por ahí en boca de la fama?

Llegaron á la verja y tuvieron la suerte de encontrarse con una cuadrilla de penados que volvían del trabajo. El vigilante, muy ocupado en contar sus hombres, juraba como un carretero porque dos penados acababan de verter delante de la puerta un tonel de brea líquida que apestaba la atmósfera. ¡Ah! Los muy marranos... ¡Lo han hecho á propósito! aullaba el vigilante.