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Quiso anonadar con una mirada y un bufido á la insolente; pero ésta había bajado los ojos, no pudiendo resistirse á su confusión. ¡La que había tomado por una mendiga era la abuela de la señorita!... Al mismo tiempo lamentaba en su interior las injusticias de la suerte.

Elevándonos todos a consideraciones generales, dimos al asunto tanta amplitud y transcendencia que vino a contener toda la estética literaria o dígase toda la filosofía del arte de la palabra, singularmente aplicada a la novela. Interminable tarea sería seguir discutiendo de esta suerte, y convendría para ello escribir libros y no breves artículos de periódico.

Con esta determinacion partieron luego de Philadelphia para Niza, Ciudad de Licia, y de allí á Magnesia la que está en la ribera del rio Meandro, donde apenas llegó Roger cuando dos ciudadanos de Tiria vinieron á pedirle socorro diciendo; que la Ciudad no estaba bastantemente fortificada que pudiese defenderse de los terribles asaltos del enemigo, y que si el socorro se tardaba, era cierto el perderse: que los Turcos con poco cuidado se podian coger á tiempo que estuviesen derramados por aquellas vegas, y hacer alguna buena suerte, con grande honra del ejército y provecho suyo: que en llegando la noche se retiraban á los bosques, y salido el sol volvían á talar y destruir la campaña.

»Siguieron al huésped todos, de la suerte que cada uno estaba, y entrando en el aposento del tal poeta le hallaron tendido en el suelo, despedazada la media sotana, revolcado en papeles y echando espumarajos por la boca, y pronunciando con mucho desmayo ¡fuego! ¡fuego! que casi no podía echar la habla, porque se le había metido monja.

Durante tan larga navegación el tiempo pasó muy agradablemente para Morsamor y Tiburcio, merced a la precaución o a la buena suerte que habían tenido de embarcar con ellos a donna Olimpia y a Teletusa.

¡Maldita suerte! ¿No habrá tiempo todavía? ANDREÍ

Le faltaba valor para soportar la vista del espectáculo, pero quería sentirse cerca de él: deseaba ir a la plaza. ¿Dónde estaría la plaza?... Nunca la había visto. Si no podía entrar en ella, vagaría por los alrededores. Lo importante era sentirse cerca, creyendo que esta aproximación podía influir en la suerte de Gallardo.

El Santa Ana había tenido en el combate del 21 noventa y siete muertos y ciento cuarenta heridos: se habían agotado los recursos de la enfermería, y algunos medicamentos indispensables faltaban por completo. La desgracia de Malespina no fue la única después del rescate, y Dios quiso que otra persona para muy querida sufriese igual suerte.

Guillermina tuvo más suerte o puso en ejecución mejores medios, porque logró hacerle beber algo de aquel eficaz medicamento. Hubo gran barullo, aplicación precipitada de remedios diferentes, externos e internos.

Tu madre arruinándose y Antonio subiendo locamente camino de la suerte, son exactamente lo mismo.